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Jugar a videojuegos está de moda

Tras el articulo: Videojuegos y adicción ¿Podemos controlar?, en el que se reflexionaba acerca de la adicción y la pérdida de control, vamos a continuar explorando el mundo de los videojuegos centrándonos esta vez en la repercusión social, a nivel de grupo y como forma de ocio.

Para cerrar el tema, en un posterior artículo, se expondrá cómo se relacionan los videojuegos con la violencia.

Más presiones

Recordemos que el mundo de los videojuegos es una industria en alza que mueve grandes cantidades de dinero, intereses y puestos de trabajo. Ello supone que se nos va a presionar, como ya comentamos, desde la publicidad, loot boxes, micropagos, entre otras, para consumir sin medida.

Y si todas estas presiones publicitarias y económicas no fueran suficientes, vamos a sumar una última de carácter más social.

Lo primero sería echar la vista atrás para poder observar cómo, con el paso del tiempo, los videojuegos y todo lo que los rodea han ido tomando protagonismo y pasando de algo en los márgenes (propio de una minoría y en absoluto valorado, rayando en el desprestigio) a una de las formas principales de relación social y forma de ocio en la población joven.

De esta forma, el estereotipo de persona que juega a videojuegos pasa de ser «el friki» excluido a tomar una posición de prestigio y popularidad; invirtiéndose incluso los roles y quedando fuera la persona que no juega: fuera de conversaciones, de grupos y de la vida social. Los videojuegos están de moda.

En este punto en el que los videojuegos aportan popularidad, visibilidad y reconocimiento resulta sencillo ver como esto fácilmente puede convertirse en una presión social. Y aún más durante la adolescencia, periodo durante el cual se vuelve central formar parte del grupo y, en definitiva, ser uno o una más.

Esta presión social se va a sumar al resto de presiones comentadas, fomentando la inversión de grandes cantidades de dinero y tiempo tratando de ser mejor, sobresalir, conseguir una skin exclusiva, un nivel más alto, todos los objetivos del pase de temporada y un largo etcétera que nos convertirán en una persona popular.

A todo esto, no hay que olvidar que es una de las fuentes de ocio más que entretiene debido a la gran cantidad de estimulación que genera y que, además nos mantiene activos y activas frente a otras formas de ocio más pasivas como ver la televisión, por ejemplo.

Y de nuevo, ¿qué podemos hacer frente a las presiones?

Una vez más, ante estos peligros no es raro caer en la tentación de valorar prohibir los videojuegos. Sin embargo, por qué en vez de tratar de sobreproteger evitando entrar en contacto con los peligros, no enfocar el asunto hacia educar y dotar de estrategias, pensamiento crítico o capacidad para autorregularse a la hora de consumir videojuegos.

En mi opinión, el primer punto es aceptar y comprender que los tiempos han cambiado y que para relacionarse con otros niños y niñas ya no solo se juega en la calle o se queda para dar una vuelta, sino que también se juega online a videojuegos. Al igual que sucede con las redes sociales, se han convertido en otras formas de estar en contacto con la gente que nos rodea.

 En segunda instancia, para luchar contra la moda y la popularidad un buen punto de partida sería visibilizar estas presiones, que van a seguir existiendo, para que no nos afecten sin darnos cuenta. A la vez que educamos en ser capaces de darse reconocimiento y valor desde uno o una misma, minimizando la necesidad de reconocimiento externo.

Y, por último, tanto desde la posición de padres o madres como desde la de persona adulta que juegue, impedir que se convierta en lo único en torno a lo que gira mi vida, dejando de lado otras formas de ocio, hobbies, deportes… siendo capaces de ponerle freno y se coma otras esferas de nuestra vida.

De nuevo, la idea es educar y educarse en ser personas con criterio propio, ideas personales y capacidades de afrontamiento que permitan limitar las presiones a que se nos somete en el mundo de los videojuegos y que nos ayudarán con las presiones de cualquier otro de los mundos que nos rodean.

 

Jorge Moreno – Psicólogo de Nara psicología

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