“AMAR MÁS ALLÁ DE LOS MÁRGENES”

Amor. Amar.

Desde hace siglos y desde áreas como la antropología, la sociología, la psicología y la filosofía venimos pensando, desmenuzando y hasta mordisqueando los múltiples significados que se esconden tras el significante AMOR.  ¿Es lo mismo AMOR que AMAR?

Una conclusión a la que parece que hemos llegado con pleno consenso es que el AMOR se trata de una construcción social, y como construcción social, no es ajena al sistema en el que nace y se desarrolla.

En el contexto cultural en el que nos encontramos, el AMOR se vincula con un régimen de socialización normativo y tapiado, definido por unos márgenes estrechos y puntiagudos.

La organización patriarcal en la que se enmarca nuestra manera de vincular ha facilitado  la aparición y consolidación de los llamados “mitos del AMOR romántico”. Tras éstos, se esconde una estructura de poder y violencia especialmente dañina para las personas leídas como mujeres.

Recordemos que un “mito” es una historia ficticia que encarna algún aspecto universal de la condición humana (RAE). Estos mitos activan en nuestra cabeza la proliferación de imaginarios acerca del AMOR que consideramos válidos e incuestionables.

¿O no?

Cada vez aparecen más personas que contemplan con desconfianza la heteronorma y que ponen en duda las directrices que ésta imprime en nuestras conciencias.

Con la evolución de movimientos sociales como el feminismo, parecía insostenible que siguiéramos creyendo a pies juntillas sus dictados, sin embargo, la educación que hemos recibido cobra a veces un peso superior que nos ciega ante estos mandatos. A continuación, se exponen algunos de ellos:

  • AMOR y relación es lo mismo.
  • La relación amorosa por antonomasia debe ser heterosexual.
  • El culmen de una relación amorosa es crear una familia nuclear.
  • El AMOR es competitividad y exclusividad.
  • El AMOR es gusto por lo difícil, atracción por lo imposible.
  • Para amar, hay que sufrir (“quien bien te quiere te hará llorar”).
  • Las personas leídas como hombres deben vincular desde la independencia, la seguridad en sí mismos, la gallardía, los afectos poco definidos y la seducción.
  • Las personas leídas como mujeres deben vincular desde la inseguridad, la ternura, la pasividad, los afectos bien definidos, el cuidado y la atención inalterable.
  • Las personas no podemos vivir sin pareja porque entonces estamos solas.
  • Si conocemos a alguien que no tiene pareja “algo le pasa”.
  • Nuestra pareja ideal está predestinada (“el/la tuyo/a ni se casa ni se muere”).
  • Tener pareja debe ser uno de nuestros objetivos principales en la vida, sino el primordial.
  • El AMOR “todo lo puede”.
  • El AMOR es biológico, algo que está en nuestra naturaleza, que no podemos elegir (las amistades sí).
  • Las personas nos atraen de manera aleatoria, no tenemos agencia sobre ello.
  • Los celos son una expresión de AMOR.
  • El AMOR dura para siempre.

Reflexionar sobre estos mitos suele generar una primera emoción de miedo. Miedo a abrir una grieta que nos obligue a revisarnos y repensarnos. Es difícil romper los cerrojos que resguardan los archivos de nuestra memoria donde proyectamos una imagen sobre el AMOR que ahora se torna borrosa.

La psiquiatra Marina de la Hermosa, en sus ponencias sobre los Mitos del AMOR Romántico, utiliza una metáfora interesante para explicar cómo funcionamos los seres humanos cuando nos dejamos imbuir por la heteronorma en el cultivo de nuestros vínculos afectivos; “ la escalera mecánica del AMOR preceptivo”. Esta escalera, en continuo movimiento ascendente, obliga a la persona que la utiliza a ir subiendo escalones sistemáticamente y de forma automatizada. Quiere esto decir que una pareja que se conoce, pasado X tiempo “debe definirse”, después “debe comprometerse a una exclusividad implícita” (en ocasiones, este momento coincide con el de “definirse”), luego debe conocer a las respectivas familias de origen de cada miembro y a sus amistades, pasada esta fase debe iniciar la convivencia para posteriormente, casarse, tener hijos, etc… Y, según Marina, resulta impensable que una persona se pueda plantear no subir determinados escalones, ni por supuesto descender de alguno de ellos una vez ya se ha pisado. La escalera avanza inexorablemente, no se puede detener.

Esta presión por ir “evolucionando” (ascendiendo en la escalera) puede sufrirla cualquier pareja que se establezca dentro de unos parámetros heteronormativos y establecer motivos de disputa entre las personas implicadas.

Dicha presión puede hacerse indefectible cuando situamos la relación de pareja en la cúspide de una pirámide afectiva donde el “AMOR-AMOR” se corona por encima de cualquier otro formato o variante de relación.

Hacer un intento por “bajarse de esta escalera” también puede generar miedo. No nos enseñan dónde se encuentran las escaleras alternativas, tenemos que descubrirlo. El miedo siempre va a manifestarse cuando intentemos quebrantar los márgenes.

Algunas personas con relaciones abiertas, poliAMORosas,  homosexuales, asexuales, pansexuales, bisexuales, etc… bien lo saben. La exclusión, la violación de derechos humanos, las violencias físicas y psicológicas, las miradas desafiantes, los juicios de familiares, el sentimiento de tener que hacer pedagogía comunitaria de forma obligatoria… es probable que te estén esperando a “ese otro lado”.

Este 17 de Mayo se ha conmemorado una fecha importante; el 30º aniversario de la despatologización de la homosexualidad por la Organización Mundial de la Salud. Este hecho propició que todos los 17 de Mayo se celebre el Día mundial contra la LGTBIfobia.

Las figuras pioneras en romper “el molde” de un modo más visible son aquellas con orientaciones sexoafectivas diversas. Luego les ha seguido lo Queer (término adoptado del inglés que significa “extraño”). Pero también el movimiento feminista y la contracultura les han acompañado, poniendo las piedras para ir construyendo nuevos puentes, nuevos caminos.

En estos nuevos espacios aparecen términos como “agamia”, que apelaría a un estilo afectivo-vincular que fomentaría el libre crecimiento del conjunto de relaciones sociales del individuo, sin verse éstas coartadas por la relación de pareja. Desde este prisma, la red socioafectiva individual crecería como un entramado que se extiende formando lazos más ricos y resistentes con su entorno.

Podemos seguir encontrando representantes de lo que significa amar más allá de los márgenes en todo aquello que veamos POCO o NADA en los cines, en las letras de las canciones, en los spots publicitarios, en los libros que leemos; hombres teniendo sexo con hombres, mujeres teniendo sexo con mujeres, tríos de mujeres/hombres, escenas eróticas entre personas que superan los 70 años, personas con diversidad funcional/sensorial amándose, mujeres mayores acostándose con hombres/mujeres jóvenes, matrimonios que abren sus camas a terceros y cuartos invitados, hombres trans haciendo el amor con mujeres cis, expresiones de AMOR entre personas asexuales, escenarios amatorios entre personas con género no binario…y la lista continuaría con todo aquello que diera de sí nuestra imaginación.

Posiciones como ésta batallan frontalmente contra los mitos del AMOR normativo. Su lucha se asocia con todo ese cúmulo de sujetos que han “roto la baraja” y han resuelto vivir eso que llamamos AMOR de un modo transgresor, desobedeciendo leyes culturales y legados familiares.

Miquel Missé, activista trans, afirma que “todas las personas podemos estar a un milímetro de considerarnos personas trans o personas intersexuales” (A la conquista del cuerpo equivocado, 2018). Yo también añadiría que cualquiera de nosotros/as nos encontramos a una escasa distancia de visibilizar otras realidades del significante AMOR y crear con él nuevos significados.

Mostrando una mirada abierta sobre el AMOR, hablaremos no sólo de los/as amantes de nuestra historia, de la música, las películas, la literatura, la publicidad, etc…, sino también de las figuras “amables”, las dignas de ser amadas. Y nos permitiremos hacerlo sin temores, sobresaltos o recelos.

Sólo así sabremos entender qué significaba para Federico García Lorca que “le llevasen a los juncos de la orilla”, o para Audre Lorde “ir y venir en las horas entre los amaneceres”.

O ponernos en la piel de la grandísima Gloria Fuertes (El libro de Gloria Fuertes, Blackie Books, 2017):

 “Me dijeron:

— O te subes al carro

o tendrás que empujarlo.

Ni me subí ni lo empujé.

Me senté en la cuneta

y alrededor de mí,

a su debido tiempo,

brotaron las amapolas”.

Puede que no sea necesario moverse para emprender el viaje.

A veces, sólo hace falta imaginárselo.

Camino Baró San Frutos.

Terapeuta Nara Psicología.

Col. M-31096

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