25N: Visibilizando violencias

El 25 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y cada vez más las personas somos conscientes de las consecuencias que las violencias machistas tienen en nuestra sociedad y la necesidad de educar en relaciones igualitarias y de respeto para hacer del mundo un lugar libre de violencias. 

En el artículo 3 del Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica (más conocido como el Convenio de Estambul, 2011) se recoge la siguiente definición: 

“Por «violencia contra la mujer» se deberá entender una violación de los derechos humanos y una forma de discriminación contra las mujeres, y se designarán todos los actos de violencia basados en el género que implican o pueden implicar para las mujeres daños o sufrimientos de naturaleza física, sexual, psicológica o económica, incluidas las amenazas de realizar dichos actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, en la vida pública o privada.”

Existen múltiples tipos de violencia ejercidas contra las mujeres y niñas, que nos afectan a todas en algún momento de nuestra vida en diferentes grados. Muchas personas reconocen como violencia de género solo una parte que se manifiesta de manera visible, por ejemplo los golpes o insultos, pero este fenómeno engloba otros muchos tipos que no son tan evidentes y actúan de manera silenciosa. 

Desde Nara Psicología nos gustaría dedicar este artículo a visibilizar dos tipos de violencia poco conocidas que son la violencia económica y la violencia obstétrica. 

Violencia económica 

 Entendemos por violencia económica aquella en la que por acción u omisión se ve afectada la supervivencia económica de la mujer, la cual se manifiesta a través de actos encaminados a limitar, controlar o impedir el uso y distribución del dinero/patrimonio, junto con la amenaza de no proveer de recursos económicos. 

La violencia económica en pareja es un tipo mucho más común de lo que pensamos, actúa de una manera gradual y va generando en las mujeres un estado de dependencia y vulnerabilidad. Es importante conocer cuáles son sus manifestaciones ya que de esta manera podremos identificarla y actuar en consecuencia. 

Podemos hablar de violencia económica dentro de una relación de pareja cuando se producen situaciones en las que el hombre prohíbe que la mujer trabaje fuera del hogar y si esta tiene un empleo boicotea constantemente y le presiona para que lo abandone, no permite tener cuentas bancarias o acceso a las mismas de una manera libre y no comparte la información sobre el estado de la economía familiar o la hace partícipe de las decisiones. 

La violencia económica es un factor muy influyente que explica por qué muchas mujeres permanecen en estas relaciones, ya que  no ser independientes económicamente genera una sensación de desamparo. En esta fase previa a la separación se pueden producir agresiones y amenazas en las que la mujer llega a pensar que si se separa, terminara en la calle y sin ningún recurso. 

Una vez que la relación se ha roto, la violencia económica (al igual que otros tipos) se sigue manteniendo. En este punto, si hay hijas e hijos en común, es muy habitual que uno de los conflictos importantes y una manera de seguir perpetuando la relación de poder y violencia es a través del pago de la pensión alimenticia, manifestándose de diferentes formas que van desde poner impedimentos, retrasar el ingreso para «asfixiar» a la mujer o directamente el impago.  

La violencia económica no solo se encuentra en las relaciones de pareja, sino que podemos encontrarla a nivel estructural, representada en todas aquellas manifestaciones en las que la mujer tiene desventajas salariales, dificultades para conciliar la crianza con un trabajo remunerado, la explotación económica de muchas mujeres y niñas…

Es importante destapar estas manifestaciones de violencia, poniéndole primero nombre y viendo cómo se comportan, visibilizando como nos afectan para posteriormente hacer todo lo que esté en nuestras manos para acabar con ellas. 

Violencia obstétrica 

La violencia obstétrica es una forma de violencia de género ejercida sobre las mujeres gestantes y puérperas, que comprende el maltrato que ejercen las instituciones sanitarias sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres (embarazo, parto, puerperio), expresándose de diferentes formas como: exceso de medicalización, patologización de procesos naturales, falta de información y consideración de la opinión de las madres en relación a las intervenciones que se les va a realizar, justificación de trato deshumanizado como “necesario” para el proceso de nacimiento, falta de consideración de los procesos psicoemocionales de las mujeres, etc. En la mayoría de los documentos, se incluye también a los hijos e hijas como receptores directos de este tipo de violencia (Observatorio de la violencia obstétrica, 2016). 

En 2014 la Organización Mundial de la Salud redacta una declaración titulada «Prevención y erradicación de la falta de respeto y el maltrato durante la atención del parto en centros de salud» para poner de manifiesto y activar el debate y la investigación sobre la realidad a nivel mundial de que muchas mujeres reciben un trato irrespetuoso y ofensivo durante el parto en los centros de salud. Algunos países como Venezuela y Argentina han tipificado este tipo de maltrato en su código penal, dentro del apartado de las violencias de género. 

Afortunadamente, cada vez más se está sacando a la luz este tipo de violencia estructural tan invisibilizada y justificada, que nos ha hecho creer a las mujeres, familias y personal sanitario que tratar así a las mujeres y sus hijos e hijas es algo “normal” y “necesario”. 

Es una violencia que deja huella psicoemocional y corporal en las mujeres y en los hijos e hijas que lo sufren, necesitando, en muchas ocasiones, apoyo y tratamiento médico y psicológico por las secuelas traumáticas de este maltrato, que son más profundas debido a la falta de reconocimiento de estas. Es necesaria una toma de conciencia de toda la población y en especial del personal sanitario, de la existencia y las consecuencias de esta violencia sobre los cuerpos de las mujeres y de sus hijas e hijos. 

 

Inés Alonso Apausa

Psicoterapeuta de Nara Psicología

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