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NAVIDADES LEJOS DE CASA.

Las fechas navideñas son, por lo general, un periodo de felicidad y reencuentro con nuestros seres queridos. Así se presentan, al menos, en las múltiples campañas de publicidad que podemos ver en medios de comunicación, pero; ¿las navidades significan lo mismo para todo el mundo (el mundo que conocemos)?

Este 18 de Diciembre se conmemora el Día Internacional de la persona migrante.

Así se lleva haciendo desde el año 2001, cuando la Asamblea General de la ONU eligió esta fecha para recordar la realidad de la experiencia migratoria.

Posiblemente, las personas migrantes que se encuentren lejos de su país de origen y no puedan viajar para reunirse con sus familiares deban hacer un esfuerzo extra por encontrar estrategias de afrontamiento y disfrute en estos días tan señalados.

Este año, de manera más llamativa, se hace palpable que en muchos casos no vamos a vivir unas navidades como las que salen en los anuncios (tema aparte se merecería comentar la mucha o poca ética que está demostrando el sector del marketing utilizando la pandemia dentro de sus promociones).

Hay quien puede pensar que estas fiestas son motivo para que seres queridos sufran síndromes depresivos (son unas fechas muy exigentes en las que se nos demanda que estemos siempre alegres y vetemos nuestros sentimientos negativos). Lo cierto, es que hace tiempo que se viene corroborando que las celebraciones del último mes del año pueden actuar como detonante o factor de riesgo ambiental en un aumento de la clínica depresiva en pacientes que ya llevaban algún tiempo sintiendo malestar o sufrimiento psíquico.

Desde Nara Psicología queremos ayudar a describir las características de esta vivencia que experimentan muchas de las personas que se encuentran lejos de sus casas y familias.

Expresión no autorizada de duelo: como bien sabemos, lo que conocemos como “duelo” guarda relación con procesos de integración del dolor frente a una pérdida. Esa pérdida no siempre es personal (fallecimiento de un familiar, ser querido), sino que también puede interpretarse como la muerte de un sueño, una planificación, un proyecto…

Muchos de nuestros planes este 2020 han acabado como un papel arrugado en el fondo de la papelera.

Frente a esta vivencia, probablemente podamos advertirnos más hostiles, con menos ilusión por afrontar el día a día. También sería factible que nos embargase la tristeza, impidiéndonos desarrollar nuestra rutina de un modo apacible.

Ciclos tan básicos como el de la alimentación, el descanso nocturno, etc…también pueden verse alterados.

Si el proceso siguiera su curso establecido, este duelo por no poder llevar a cabo nuestros propósitos debiera culminar en una resignificación de esta pérdida, que dicho de una manera coloquial equivaldría a “darle un sentido a esta experiencia”.

En numerosas ocasiones, no nos es posible avanzar en el proceso de duelo hacia esa resignificación porque el trabajo, el estrés, etc… no nos permiten conectar con nuestras propias emociones y debemos actuar del modo “más funcional” posible. Y “funcional” en esta sociedad significa adaptativo, productivo. Esto quiere decir, que para poder seguir dentro del sistema, “no podemos parar”. Por ello hablamos de duelos no autorizados. Para apreciar este duelo y tomar conciencia de las repercusiones que está trayendo a nuestras vidas, es importante respetar los tiempos y poder poner límites. Llevamos todo el año batallando contra un virus que nos ha obligado a modificar todos nuestros esquemas más básicos. Vivimos en la extenuación de acabar 2020 con los ojos llenos de esperanza hacia un 2021 que nos traiga la esperada vacuna. Nos piden que sonriamos pero,…¿podemos? ¿Queremos?

Es común que detectemos un aumento en nuestro sentimiento de soledad al percibir la distancia con nuestra gente querida. Aunque conozcamos múltiples fórmulas para paliarlo (redes sociales, videollamadas, etc…) probablemente nos embargue y no podamos escapar de él. Se podría traducir como “vivir un segundo confinamiento”.  Saber que en estos momentos nos encontramos más vulnerables a la evocación de recuerdos puede ayudarnos a controlar estos episodios regresivos. Recrearse en acordarse de momentos dichosos puede ser un arma de doble filo. Si en estos momentos volviera a aparecer la tristeza, ¿qué hacemos con ella? ¿Miramos hacia otro lado? Bien, esta estrategia es útil en algunos casos, pero no siempre. ¿La abrazamos? ¿Qué significa “abrazar la tristeza”? No suena muy fácil, y puede inducirnos a mayor confusión. Abrazar la tristeza tendría relación con aquello que mencionábamos antes sobre “permitírnosla”, darnos autorización para llorarla, para darle su espacio.

Desde ahí, seremos capaces de generar resistencias y nuevas fortalezas. En este punto, nos convertiremos en auténticas/os/es virtuosas/os/es de la imaginación y la creatividad, pudiendo desarrollar homenajes a nuestra tierra añorada (cenas con recetas de nuestro país, música popular, tomar en cuenta elementos que sean significativos de nuestra cultura para incorporarlos en nuestros festejos). Huir de convencionalismos: cada uno/a/e celebra o no celebra estas fiestas a su modo. Reencontrarnos con nosotras/os/es mismes en una sociedad que nunca nos ha parecido tan ajena. Reconciliarnos con nuestro presente, agradeciendo las decisiones que tomamos en el pasado y mirando con ilusión hacia el horizonte futuro.

Desde el corazón de todas las personas que formamos parte del equipo de Nara Psicología os trasladamos nuestro deseo de que las Navidades sean un motivo para reconocer nuestra legítima existencia y nuestro derecho a amar y a ser amados/as/es.

Siempre a vuestra disposición,

Camino Baró san Frutos.

M-31096.

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