Ayer, 3 de junio, se celebró el Día Internacional de la Bicicleta. En 2018, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró este día con el fin de reconocer la importancia de este medio de transporte y crear conciencia sobre una forma de moverse más limpia, sostenible, ecológica y saludable que contribuye a fortalecer la salud física y mental de la población.
Como suele suceder en estos casos, hay diferentes versiones sobre la invención de esta máquina que revolucionó tanto la movilidad como la sociedad de su tiempo.
La teoría más aclamada en la literatura sitúa su creación en Alemania a principios del 1800, reconociendo al inventor Karl Drais como el padre de la primera bicicleta allá por 1817. A partir de ahí fueron muchas las personas que fueron mejorando su sistema hasta llegar al modelo de bicicleta que conocemos hoy en día. Este invento supuso una revolución a nivel mundial, puesto que era fácil de manejar y permitía una movilidad a bajo coste.
Como era de esperar, el uso de este vehículo se atribuyó a los hombres, asumiendo que era algo que las mujeres, destinadas al cuidado del hogar y la familia, no necesitarían utilizar. Se consideraba que era poco decoroso, que podría ser incluso peligroso para la seguridad de la unidad familiar y que podría provocar en las mujeres daños físicos como esterilidad, provocar un aborto o en los peores casos, excitación sexual.
Sin embargo, poco a poco cada vez más mujeres de clase alta se atrevieron a desafiar estas creencias y comenzaron a utilizar la bicicleta para moverse. Esto, en tiempos en los que no estaba bien visto que las mujeres anduvieran muy deprisa, hablasen muy alto o sobre todo, que practicasen su capacidad de disfrute, supuso todo un cambio de paradigma para ellas, ya que permitió que se pudieran desplazar con libertad, autonomía y rapidez. Cada vez fueron más las mujeres que se autodenominaron ciclistas y cansadas de tener que pedalear con apretados corsés y vestidos imposibles, se crearon los famosos Bloomers, unos pantalones anchos creados para generar una mayor comodidad encima de la bicicleta. Diseñados por Amelia Bloomer, estos supusieron una gran polémica por ser demasiados “pecaminosos”, prohibiendo su uso en diferentes establecimientos como colegios o cafeterías. Sin embargo, y tal como vemos dos siglos después, estas prohibiciones no podrían frenar el avance de la emancipación femenina, que con el paso del tiempo ha ido en aumento.
De hecho, a finales de siglo comienzan ya a crearse club femeninos de ciclistas. Las mujeres empiezan incluso a participar en algunos tours y competiciones, aunque eso sí, siempre con el consentimiento de los hombres y en categorías diferentes.
Fueron muchas las mujeres que dejaron una huella importante en esta lucha por hacer del uso de la bicicleta una normalidad en las mujeres. Una de ellas fue Annie Londonrrey. Esta aventurera nacida en Letonia y emigrada a Estados Unidos a finales del siglo XIX, dejó atrás a su marido e hijos para adentrarse sola en un viaje encima de la bicicleta donde atravesó varios continentes durante más de 15 meses.
Ella marcó un hito, seguido por muchas otras mujeres que decidieron transgredir las normas sociales y así desafiar la opinión sanitaria y social de la época marcando lo que más tarde llamarían los medios de comunicación “la nueva mujer”.
Por todo ello, en este día, debemos reconocer el papel fundamental de la bicicleta en el movimiento social de emancipación de las mujeres siendo así un instrumento de independencia y autosuficiencia que serviría para reivindicar derechos fundamentales de las mujeres.
Dos siglos después, las mujeres siguen marcando hitos en bicicleta. Y de eso saben mucho Marina Orín y Carolina Montalvo, a las que le hemos hecho algunas preguntas. Estas dos mujeres (Madrid 1990, Quito 1992) decidieron emprender en 2018 un proyecto llamado Serendipia sobre ruedas, iniciando su viaje en Quito (Ecuador) en marzo de ese mismo año y finalizando en Brasil en diciembre del 2019. Recorrieron Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina, Chile, Uruguay y Brasil únicamente con sus bicicletas como herramientas de movilidad y transformación.
- ¿Qué significa para vosotras la bicicleta?
Carolina: La considero una parte fundamental de mi vida, es una manera de conectar tanto con el exterior como con mi interior. En un principio la percibía como un medio para hacer deporte, después se convirtió en mi aliada para evitar el uso de los colectivos, más adelante fue mi manifestación social, política y ambiental frente a mi transitar en la vida; En la experiencia del cicloviaje, la bicicleta fue la mejor herramienta de apoyo psicológico.
- ¿Por qué elegisteis la bicicleta para desarrollar este proyecto?
Marina: La verdad que no tuvimos duda. Por un lado la bicicleta nos encantaba a las dos y nos planteamos que viajando con ella no se contamina, no se gasta dinero y además permite respetar los ritmos que te pide el momento, podemos contemplar el paisaje de otra manera, más pausado, más vívido. Es una herramienta que permite observar todo desde un prisma distinto que el que nos ofrece otros medios.
- ¿Creeis que existen diferencias en el uso de la bicicleta entre hombres y mujeres?
Carolina: Si. Basándome en el número de investigaciones, existen claras diferencias en el uso de la bicicleta entre hombres y mujeres. Entre las razones más comunes está la inseguridad y el histórico del uso de la misma, siendo distinta para cada uno/a. Según estudios de movilidad urbana las mujeres nos movemos más. El cambio de las dinámicas económicas de ciudades globalizadas, el ingreso de las mujeres en fuentes laborales y el rol reproductor hace que nuestras actividades requieran de más movilidad.
Una de las barreras a la que nos enfrentamos en temas de desigualdad es la inseguridad que genera el uso de la bicicleta en las mujeres siendo propensas a recibir acoso callejero y violencia.
Marina: Si, además es importante conocer el histórico de la bicicleta. Mientras que para los hombres pudo ser un instrumento más de movilidad y de ocio, para las mujeres supuso la herramienta feminista del cambio, de poder salir de lo personal y lo privado hacia fuera para generar independencia y libertad.
- ¿Cómo impactaba vuestro proyecto en las personas que ibais conociendo a lo largo del viaje?
Marina: Nos encontramos de todo, éramos 2 mujeres encima de unas bicicletas con alforjas que pesaban más de 40 kilos atravesando montañas, desierto y amazonía así que imaginate (risas). Por supuesto vivimos muchas situaciones machistas, donde se nos tachó de locas y feminazis pero en general la acogida que tuvimos durante todos estos meses fue increíble, fue un continuo conocer y compartir. Fueron muchas las mujeres que nos acogieron en sus casas y nos enseñaron sus pueblos, sus familias, su cultura. Creo que lo mejor de todo fue el sentirse referente de otras niñas y adolescentes, que se acercaban a preguntarnos con los ojos muy abiertos y donde entendían que si nosotras podíamos, ellas también.
- ¿Qué ha significado este proyecto para vosotras?
Carolina: El cicloviaje con el proyecto de Serendipia Sobre Ruedas, marcó un antes y un después en todo sentido. Ver la bicicleta como compañera de viaje, ver como nos adaptamos al ritmo del paisaje cruzando fronteras es una ruptura total de esquemas y limitaciones que nos ha impuesto el sistema. La energía, la gente, la cultura, el compartir, los miedos, los riesgos, el cansancio, los retos, la alegría, la libertad, la dignidad, la motivación en cada pedal hacen que sea la mejor experiencia que he tenido en toda mi vida.
Marina: Un antes y un después. El pasar del papel mojado a la práctica. El aprender otras formas de vida como la de estar encima de la bicicleta en contacto constante con la naturaleza, con las personas y con una misma. Solo puedo darle las gracias a todas aquellas mujeres que fueron referentes para nosotras, para animarnos a salir a pedalear.
Elisa Roca Albertos
Psicóloga Sanitaria en Nara psicología