En el llamado “Mes del amor”, muchas personas se pueden plantear la consistencia del esquema vincular adoptado de manera hegemónica en nuestra sociedad. La monogamia entendida como el sistema de emparejamiento de “dos en dos” forma parte de nuestra cultura afectiva y sexual. Resulta difícil plantearse otros modelos relacionales tal y como hemos sido socializadas dentro de nuestro contexto histórico. El fin reproductivo de la especie nos obligaba a cerrar lazos contractuales perennes sin permitirnos la posibilidad de abrir la mirada a nuevos escenarios. Probablemente, esto esté cambiando. La procreación ya no se inserta de una manera tan generalizable como el eje vertebrador de nuestras vidas y entendemos que la sexualidad y los afectos pueden recorrer rutas alternativas.
¿Alternativas? Fenómenos como el poliamor, no monogamias, relaciones abiertas, parejas no exclusivas… han existido desde hace siglos. La única novedad es que, como otras experiencias tradicionalmente silenciadas, ahora se comienza a hablar de ello.
Si echamos la vista atrás en nuestra biografía “sentimental”, resultará difícil encontrar quien sólo se haya emparejado con una persona a lo largo de su vida. Tendemos a desarrollar “monogamias secuenciales”. En un ejercicio de sustitución, estamos constantemente poliamando a diversas compañeras/os/es.
Al igual que existe confusión sobre los diferentes términos que definen las relaciones múltiples (no monogamia, poligamia, poliandria, swinging, relación abierta, poliamor, no exclusividad…), hallamos también numerosos mitos que las rodean (Easton y Hardy):
–Las relaciones monógamas a largo plazo son las únicas relaciones reales.
-El amor romántico es el único amor auténtico.
-El deseo sexual es una fuerza destructiva.
– La única manera moralmente aceptable de tener sexo es dentro de una relación a largo plazo.
-Amar a alguien significa que está bien controlar su comportamiento.
– Los celos son inevitables e imposibles de superar.
– Las relaciones externas reducen la intimidad de la relación principal.
– El amor todo lo puede.
¿Por qué son mitos estas afirmaciones? ¿Somos capaces de reflexionarlos sin sentir que debemos posicionarnos de una manera contundente frente a ellos? ¿Qué se nos remueve al realizar esta revisión?
Como menciona Brigitte Vasallo: «En nuestros recorridos amorosos a veces hay un momento en que te paras y dices cómo he llegado yo aquí, cuándo he tomado yo estas decisiones. Muchas las tomamos por defecto».
Una emoción vinculada a relaciones no exclusivas: los celos.
Germen de numerosas violencias en la pareja, los celos son el enemigo invisible que debemos combatir “en privado”. Digo invisible porque, a diferencia de otras emociones, pareciera que no podemos expresarlos sin miedo a recibir rechazo por ello. Así, intentamos negarlos y atribuirles cualidades peyorativas para mantenerlos bajo control.
Una estrategia que propone el movimiento poliamoroso para gestionar los celos es su validación a través de la comunicación. Esto formaría parte del cuidado, una palabra imprescindible en este artículo para entender cómo se pueden prevenir o reparar los posibles daños. Existen ya ejercicios, como también “contratos” (página web golfxs con principios) que nos pueden ayudar a cuidar y atender nuestras necesidades y las de nuestres compañeres.
Cuidar también es hablar de límites y consentimiento. Esto no se sella en una sola conversación. Seguramente requiera de muchos diálogos a futuro y de mucho trabajo personal: ¿cómo me relaciono con los límites? ¿Me cuesta ponerlos o respetar que me los pongan? ¿Estoy segura/o/e de que la otra persona está dando su consentimiento a abrir la relación?
Por otra parte, llegamos a un punto clave que debiera ser el primordial cuando alguien cuestiona el modelo monógamo tradicional: ¿cuál es la motivación que me lleva a querer abrir mi relación o iniciar una experiencia poliamorosa? ¿De qué ventajas podemos beneficiarnos los dos miembros de la pareja si decidimos eliminar ciertas líneas rojas?
¿Puede aportarnos este nuevo enfoque alguna otra utilidad como sociedad?
Vuelvo a recuperar una declaración de la autora Brigitte Vasallo que daría respuesta a esta pregunta:
«Una de las cosas importantes sea cual sea la forma relacional que te apetezca, te convenga o sea posible es bajarle el volumen a la pareja. Si todas las redes de apoyo se basan en lo sanguíneo y en la pareja quedan muy reducidas».
Lo que me lleva a cuestionar; el cine, la música, la publicidad… ¿han fomentado que subamos el volumen de la pareja por encima de cualquier otro vínculo? ¿Nos sentimos todas/os/es igual de cómodes con este nivel de intensidad? ¿Puede contribuir el poliamor a la instauración de un cuidado mutuo con trascendencia en lo social?
Como siempre que hablamos de sexualidad o afectividad, llegamos a la misma conclusión: muchas preguntas y diversas respuestas. Escuchemos, observemos y elijamos según las señales que recibamos de nuestro propio deseo y desde el cuidado mutuo y personal.
Camino Baró San Frutos.
Col. M-31096.
Referencias:
Vasallo, Brigitte (2019). Pensamiento monógamo. Terror poliamoroso. Madrid: La oveja roja
Easton, Dossie. Y Hardy, Janet (2018). Ética promiscua. Madrid. Melusina.
www.golfxsconprincipios.com