‘ESTRÉS Y AUTOCUIDADOS’

El estrés se define habitualmente como la brusca diferencia entre las demandas del ambiente y los recursos de afrontamiento de la persona. Es esa sensación de “no llego a todo”, “no puedo más”, “no me da la vida”, en las que muchas veces me voy sintiendo la protagonista en ‘El proceso’ de Kafka, como luchando con una gran maquinaria que se escapa de mi control. Si esta situación abrumadora, se mantiene en el tiempo puede hacer que aparezcan signos de que algo no va bien. Algunas personas fumadoras comienzan a fumar más cigarrillos al día, otras personas se van sintiendo cada vez más irritables o susceptibles ante cosas que antes no les hacían “saltar”, o pueden aparecer problemas de sueño, entre otros.

Pero no todos los tipos de activación o estrés pueden relacionarse con trastornos mentales o del comportamiento. Existe cierto tipo que es natural y hasta casi esperable para que las personas tengamos un desenvolvimiento adaptativo en los distintos ámbitos de nuestra vida. Este es el llamado eustrés (donde eu- proviene del griego bueno). Este tipo de activación fisiológica es el que nos permite salir de la cama cada mañana, realizar nuestras rutinas de aseo diario, desayuno, ayudar a nuestros “peques” con sus propios hábitos, o comenzar con los cuidados y trabajo fuera de casa. Sin este nivel de activación, nuestro organismo no sería capaz de “salir de la cama”. Y, entonces, estaríamos más cerca de aquello que solemos llamar “cuadro depresivo” en salud mental. El problema está cuando la activación del organismo sigue subiendo porque tiene que hacer frente a más necesidades del ambiente, o bien porque venimos de ritmos más veraniegos y toca volver a las rutinas de vuelta al cole a nuestras hijas (desayunos, transporte al cole, llevar y traer de extraescolares y otros trabajos de cuidados como ayudar en los deberes y preparar materiales, forrar libros, etc.) tenemos que hacer frente a otro trabajo o a la crianza de una nueva criatura. Estas demandas extras exigen más activación de nuestro sistema nervioso para adaptarse al cambio, y está bien, si esto no se prorroga mucho en el tiempo sin realizar cambios o usar otros apoyos. Si esto no ocurre, es cuando entramos en una fase de distrés global, en la cual podemos empezar a sentir síntomas de ansiedad, bloqueo mental o problemas en distintas áreas de nuestra vida, como la laboral, la familia, la social o el ocio.

 

La psicología ha de enfocarse a la prevención y alivio del sufrimiento psíquico de las personas, y esto nos lleva a facilitar algunos consejos para intentar aliviar esa valvulita de la “olla exprés” para prevenir caer en la zona del distrés global.

Cuidémonos, aunque sea para cuidar mejor de otras. Aunque solo sea para cuidar de nuestros hijas, hemos de sentirnos lo mejor posible para que la calidad de nuestros cuidados sea también recibida por nuestras “peques”. Hacer ejercicio habitualmente, especialmente cardiovascular, puede ayudar a prevenir que la pila de la “batería del estrés” se cargue y rezume. Ligado con esto último, algunos estudios recomiendan que el deporte sea realizado en grupo y al aire libre, para que tenga un componente más “adictivo” en el sentido más puramente conductual del término. Realizar actividades al aire libre, no solo deportivas, sino de ocio familiar como escaparse a la o preparar un cumpleaños “abierto” en un parque pueden ser también buenas opciones de organizarse el tiempo con calidad. Relacionado con esto último, también puede ser útil poner el foco en comer y descansar con sabiduría. Estudios recientes relacionan la variable “dormir menos de siete horas” con la aceleración del envejecimiento.

Otra clave de los autocuidados tendría que ver con practicar el respirar siendo consciente del momento. ¿Qué quiere decir esto? Se refiere al hecho de, mientras estamos en una situación cotidiana de nuestras vidas, como puede ser, viajar en el metro, entre prisas y recados, cerrar un momento los ojos y poner atención en la parte del cuerpo con la que estamos respirando. Simplemente eso. Bien sea con el pecho, o con el estómago con lo que estamos respirando, la idea sería primero identificarlo, y después acompañar con nuestra atención tres ciclos de respiración. Volver a abrir los ojos y volver a retomar lo que estábamos haciendo, ya sea contestar un mail o WhatsApp, o encargarnos de que nuestros niños no se caigan con el vaivén del vagón. Asociado con esto último, practicar diariamente la meditación también puede ayudar a ir vaciando a cada rato esa “pila del estrés” para regular y modular nuestra activación, asegurándonos de que seguimos en la zona del eustrés.

Estas y muchas otras cosas podrías potenciarlas realizando un proceso terapéutico de crecimiento personal y reducción del estrés en Nara psicología.  Si tienes ganas de conocer más sobre ello y ponerte en el camino, te invitamos a contactar con nosotras, después de todo cuidándote, cuidas también de las tuyas.

 

  • ‘Díptico por el día internacional de la salud mental y emocional en la sección de salud mental e intervención psicosocial de Cáritas Española’ ( 10 de octubre de 2021).
  • KABAT-ZINN, J. (2016). ‘Vivir con plenitud las crisis. Cómo utilizar la sabiduría del cuerpo y de la mente para afrontar el estrés, el dolor y la enfermedad’. Barcelona: Editorial Kairós.
  • DIDOMA, F. (2014). ‘Manual clínico de Mindfulness’. 2a edición. Bilbao: Desclée de Brouwer.

 

Juan de la Mata Pazos

Psicólogo en Nara Psicología

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