El impacto emocional de la pandemia en las y los adolescentes

En este último año, desde los servicios que atendemos y acompañamos la salud mental hemos podido observar cómo la pandemia ha impactado en la salud mental de la adolescencia. Lo hemos comentado entre profesionales y lo hemos podido contrastar con datos estadísticos que aportan cifras que es imposible que nos dejen indiferentes.

En febrero de 2021 el hospital Niño Jesús de Madrid lanzaba el dato de un aumento de un 20% de los ingresos por trastorno de la conducta alimentaria en niños, niñas y adolescentes y en este mes de mayo, el hospital Sant Joan de Déu de Barcelona alerta de que ha atendido un 47% más de urgencias de salud mental en este primer trimestre de lo que atendió en el mismo periodo del año anterior relacionado con la salud mental de los y las jóvenes.

¿Qué le está pasando a los y las adolescentes? ¿Se nos está olvidando atender las necesidades específicas de su etapa vital en este momento de crisis?

La adolescencia es una etapa muy importante en el desarrollo de las personas, fundamental para poder individualizarse de la familia, empezando a consolidarse una identidad y una escala de valores propias. Se orientan hacia el grupo de iguales al cual necesitan (literalmente) pertenecer, ya que históricamente su supervivencia dependía de esta pertenencia. Tiene lugar también una revolución hormonal que impacta definitivamente en su organismo, cuyo objetivo biológico es que se desarrollen sus órganos sexuales.

La consecuencia de todo esto es que las y los adolescentes, en general, buscan estar fuera de la casa familiar, quieren probar cosas nuevas, pasan más tiempo con sus amigos y amigas y cuestionan y desafían las normas establecidas. Parece entones, que las condiciones asociadas a la pandemia, chocan frontalmente con las necesidades de la adolescencia. No es de extrañar que sea uno de los sectores de la población que más está sufriendo las consecuencias emocionales de esta situación.

Sin embargo, es uno de los sectores de la población al que menos atención se le está prestando. Más bien se les está criminalizando por exponerse y exponer a sus familias a un mayor contagio, sin dar alternativas para cubrir las necesidades de la adolescencia y sin hacer una reflexión y asumir la responsabilidad social de que no se den estas alternativas y de que los y las adolescentes y jóvenes no sean responsables si no hay un castigo y salgan a juntarse en las plazas en cuanto se retira el toque de queda. La responsabilidad no la tienen solo ellos y ellas (que evidentemente tienen su parte), la tiene también la manera en que les educamos y acompañamos. Lo que está sucediendo es un ejemplo de cómo la educación basada en el castigo no funciona cuando el castigo desaparece y no se dan las condiciones necesarias para que las y los adolescentes se desarrollen.

Actualmente, las y los adolescentes que tienen dificultades atencionales no pueden concentrarse en las clases on line. Los que no tienen a su familia en casa por las mañanas para levantarles, acaban durmiendo mientras escuchan de fondo las clases con el móvil en la almohada. Confinamientos parciales que coinciden con los exámenes, situaciones de estrés familiar de las que no pueden desconectar como hacían antes, fallecimiento y enfermedad de familiares… Nuevas tecnologías como única manera de conectar entre ellos y ellas, con la dificultad que plantean las redes sociales en el desarrollo de la identidad corporal y la autoestima.

A esto se suma que el colapso de los servicios de salud asociado a la crisis sanitaria no está ayudando a la detección y tratamiento temprano de los problemas de salud mental. Esto está provocando que finalmente tengan que acudir al servicio de urgencias cuando se agudiza la sintomatología.

Es nuestra responsabilidad atenderles y este texto pretende ser un llamamiento para que observemos a los y las adolescentes de nuestro alrededor y les preguntemos que si necesitan algo de nosotros y nosotras. Es posible que por su momento evolutivo nos contesten que no necesitan nada, pero ya estamos abriendo un espacio a la comunicación con ellos y ellas que pueda ser utilizado si empiezan a encontrarse mal. Darles alternativas y no criminalizarles. Entender su momento evolutivo para poder acompañarlos de la manera más adecuada posible en este momento tan complicado para todas y todos.

Señales de alarma en la adolescencia:

  • Cambios bruscos de peso.
  • Come grandes cantidades de comida entre horas.
  • Va al baño justo después de comer.
  • Preocupación obsesiva por su imagen física.
  • No quiere salir con sus amigos y amigas.
  • Utilización de ropa inadecuada para el tiempo (por ejemplo, manga larga cuando hace calor).
  • Se autolesiona (se corta, se araña, se golpea…) o habla sobre hacerse daño a sí misma.
  • Consume alcohol y drogas en exceso.
  • Duerme mucho más de lo habitual o mucho menos.
  • Cambios bruscos en las calificaciones escolares.
  • Se comporta de manera excesivamente irascible y/o agresiva.
  • Frecuentes quejas somáticas: dolor de cabeza, de tripa…
  • Pesadillas frecuentes.

Si observas alguna de estas señales en los y las adolescentes de tu alrededor es importante que no la pases por alto. La adolescencia, en muchas ocasiones, es complicada también para las personas que están cerca y tendemos a pensar que “son cosas de la edad” y que “se les pasará” cuando pasen esta etapa. Lo más habitual es que si no atendemos a estas señales, vayan a más y/o se conviertan en una fuente de sufrimiento grande para la persona y su familia. Si crees que necesita ayuda o tu como adulta cercana la necesitas para acompañarle, no dudes en acudir a algún recurso en el que atiendan la salud mental de la adolescencia.

Inés Alonso Apausa. Psicoterapeuta en Nara Psicología.

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