¿Alguna vez os habéis preguntado qué hubiera pasado si hubieras nacido siendo del sexo contrario? ¿O qué diferencias hay entre tu vida y la de una mujer que vivió hace 100 años? ¿O si será lo mismo ser mujer en España que en una tribu del Amazonas?
Simone de Beauvoir decía que “no se nace mujer, se aprende a serlo” y como tal, aprendemos cómo nos tenemos que comportar a través de unos mandatos, de unas normas sociales que nos acompañan desde que nacemos, interiorizamos y reproducimos sin cesar.
Los mandatos de género abarcan diferentes temáticas y son interiorizados y compartidos por toda nuestra sociedad. Por ejemplo, existen mandatos referentes hacía como debe ser el comportamiento de una mujer ante determinadas situaciones (“se recatada” “no contestes y no seas maleducada”). También encontramos numerosos de ellos en lo que tiene que ver con nuestra vida afectivo sexual (“Hazte respetar” “Una que se va con todos ya se sabe”) y de pareja (“se te va a pasar el arroz”).
Muchos de estos mandatos tienen que ver con la maternidad, y estos son unos de los que hoy en día más conflicto y malestar generan en las mujeres jóvenes. Por un lado, está la expectativa social que existe hacía todas las mujeres de que en algún momento se les active “el reloj biológico” y sean madres. Pero por otro, la incorporación al mercado laboral y a la educación superior de las mujeres hacen que se preparen y obtengan puestos de trabajo que muchas veces son incompatibles con las necesidades de la crianza, por lo que se encuentran inmersas en un gran conflicto, que enfrenta a la figura de “la buena madre” con la de “la profesional de éxito”. En nuestra sociedad, todavía hoy, la segunda figura se penaliza, y automáticamente pasa a ser considerada como una mujer poco comprometida y egoísta, que interpone su trabajo a su familia, algo que no pasa en la misma medida con los varones.
Si reflexionamos sobre que mandatos de género interiorizamos y cuáles son los medios por los que los aprendemos, vemos que todas las personas estamos rodeadas y que muchas veces, ni siquiera nos los cuestionamos. Muchas veces estos mandatos se traducen en malestares de género, sentimientos difusos de ansiedad, depresión, frustración… que se generan debido al conflicto que existe entre lo “que debemos hacer como mujeres” y “lo que hacemos” Plantearse su origen, cómo los hemos integrados y los efectos que estos tienen es de vital importancia para poder tomar nuestras propias decisiones, libres de los mandatos patriarcales, y poder ser el tipo de mujer que queramos ser.
En siguientes artículos, hablaremos sobre algunos mandatos muy comunes y que malestares generan ¡No os lo perdáis!