El próximo 21 de septiembre se celebra el Día Internacional del Alzheimer cuyo objetivo es concienciar a la sociedad sobre la demencia y desde Nara Psicología queremos hacer un ejercicio de visibilización de todas aquellas personas que se encargan de cuidar y dar algunas recomendaciones para ellas.
Muchas veces es el propio entorno cercano el que asume los cuidados que requiere la persona que tiene demencia y conforme el deterioro avanza, estos cuidados pasan de ser puntuales y limitados a ciertas áreas de la vida a convertirse en generalizados. Además hay que tener en cuenta que muchas de las personas que asumen los cuidados no tienen formación específica en este aspecto, lo cual se convierte en una fuente de malestar y frustración por verse sobrepasadas por las circunstancias (sobre todo cuando el nivel de dependencia aumenta).
Con el diagnóstico de cualquier enfermedad aparece la necesidad de adaptar el sistema familiar a la nueva situación y mucho más cuando hablamos de enfermedades degenerativas en las que los cuidados abarcan diferentes áreas como alimentación, seguimiento de la medicación, higiene corporal y el manejo de las diferentes alteraciones de la conducta derivadas.
Aunque no es el objeto de este artículo, no nos gustaría pasar por alto cómo afecta el género en los cuidados ya que según datos actuales el 85% de personas que cuidan son mujeres, tendencia que se lleva manteniendo durante años asociada a la creencia de que son las mujeres las que deben desarrollar este rol. Al margen de los avances en materia de igualdad de nuestra sociedad, no parece que en este ámbito esta situación vaya a cambiar en el futuro.
Después de esta introducción al tema, queremos plantear una serie de consideraciones a tener en cuenta:
- Contar con información sobre la enfermedad y su manejo, desde el punto de vista más práctico, es muy importante para poder enfrentar situaciones que se están dando o que se darán en el futuro, pudiendo estar preparadas para cuando estas lleguen.
- El autocuidado de la persona que cuida es imprescindible. Es difícil que una persona pueda responder de manera óptima si se encuentra agotada o emocionalmente sobrepasada. Este autocuidado no solo incluye el aspecto físico, sino también psicológico. Por eso, mantener unos hábitos saludables y escuchar determinadas señales de alarma en nuestro cuerpo puede ayudarnos a intervenir antes de llegar a la extenuación.
- Identificar cuáles son las emociones que nos produce esta situación (frustración, culpa, tristeza…) es básico para poder hacer una correcta gestión, sobre todo cuando la dependencia se hace más intensa y alargada en el tiempo. Existen multitud de grupos de autoayuda, formados por personas en la misma situación que pueden servir para aprender sobre la enfermedad y cómo manejarla, en un espacio de seguridad en el que poder compartir experiencias.
- Pedir ayuda cuando se necesite, tanto al entorno cercano como a profesionales. A veces, los cuidados sobrepasan las capacidades de la persona cuidadora y hay que recurrir a personas externas que sí cuentan con la formación y competencias necesarias y pueden actuar como apoyo y alivio. Pedir ayuda no significa que nos estemos desentendiendo de la situación, simplemente, necesitamos compartir y repartir la carga y tener periodos personales que nos permitan disfrutar de otros roles diferentes al de los cuidados.
Estas situaciones no son fáciles de gestionar, sobre todo al principio y cuando son sostenidas en el tiempo, ya que requieren de una adaptación muy rápida a algo que probablemente es la primera que nos encontramos y que tiene una fuerte carga emocional. Por eso, si sientes que la situación te desborda nuestra recomendación es que busques ayuda profesional, ya que eso repercutirá directamente en tu bienestar y en de tu entorno.