Ejercicio físico: disfrutar del proceso

Afortunadamente, cada vez más, en nuestra sociedad se habla de la salud como una cuestión integral. Hablamos de vidas saludables donde la salud mental es una pieza fundamental. También cada vez más se pone el énfasis en los beneficios de la actividad física en nuestra salud mental dejando atrás el único objetivo y presión social de mejorar nuestra apariencia física. Especialmente hacia las mujeres y, desafortunadamente y con otros cánones, también hacia los hombres.

Esta mirada más centrada en nuestro cuidado y más alejada de los “debería ser” puede facilitarnos un acercamiento al mundo del deporte, del ejercicio, más amoroso, más lejos del mandato que nos permita disfrutar del proceso.

Más allá de los beneficios ya conocidos como mejorar la salud cardiovascular; fortalecer los huesos y los músculos o controlar el peso, la actividad física ayuda a disminuir el estrés, la ansiedad y la depresión. Pudiendo llegar a reducir estas dos últimas hasta un 25 por ciento, según un estudio de la JAMA Psychiatry.

Cuando hacemos ejercicio aumentan las concentraciones de norepinefrina, que es un químico que ayuda a reducir el estrés. Se dan múltiples cambios hormonales que proporcionan bienestar. Se incrementa la capacidad cognitiva y la formación de neuronas nuevas. Crece el flujo sanguíneo en el cerebro. Incrementa la funcionalidad y disponibilidad de neurotransmisores claves y mejora la evolución de determinadas enfermedades neurodegenerativas. El ejercicio está asociado con la misma actividad cerebral que se observa después de que alguien tome medicación o terapia para la depresión.

Las necesidades en hombres y mujeres son diferentes y sus beneficios son específicos en las distintas etapas de la vida. En el caso de las mujeres el ejercicio en la adolescencia es importante para el desarrollo de la densidad ósea, en el embarazo ayuda a fortalecer musculatura y puede facilitar el parto. Durante la menopausia el ejercicio es espacialmente importante para combatir la pérdida de masa muscular y densidad ósea.

 

Por este motivo las rutinas también deberían de ser adaptadas. Para las mujeres son adecuados los entrenamientos de fuerza, el cardio moderado, rutinas de flexibilidad y equilibrio así como ejercicios funcionales. En cualquier caso, la actividad física debe adaptarse a las necesidades individuales. No toda la actividad física nos beneficia de la misma manera. Hay para personas para quienes es importante una rutina y para otras, sin embargo, el cambio de actividad es lo que hace que se mantenga el compromiso.

Y como no es café para todas, una vez más la invitación es a escucharnos y experimentar hasta dar con eso que nos hace sentir mejor. Te puedes preguntar si esta actividad que estás haciendo te ayuda a dormir, o estar más en calma, si te sube el ánimo o te da motivación y energía. Las respuestas pueden ayudarte a saber qué actividad es la que mejor te viene en este momento de tu vida. Sabiendo que estás invirtiendo en tu salud y cuidándote y ojalá, disfrutando del proceso.

 

Carmen Cabrillo García

Psicoterapeuta en Nara Psicología

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