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LOS MALESTARES PSICOLÓGICOS EN LA SOCIEDAD DEL BIENESTAR

Es un hecho observable el que las sociedades occidentales son cada día más ricas y que el bienestar ha avanzado considerablemente. Sin embargo, también es un hecho observable que los diversos tipos de malestares físicos, psicológicos y sociales tampoco cesan de aumentar a pesar del mayor confort material y de servicios. En la actualidad, cada día más personas se quejan de ciertos malestares que quizá tengan más que ver con “estar mal” que con  “enfermedades” en sí mismas. Nos referimos a crisis de ansiedad, depresiones, distimias, duelos, niños revoltosos –supuestamente hiperactivos–, fatigas y algias variadas, hipocondrías, disfunciones sexuales, alteraciones de la personalidad, diferentes tipos de adicciones, anorexias y bulimias, vigorexias, dismorfofobias, violencias de género, malos tratos familiares, aislamientos e inhibiciones sociales y adolescentes problemáticos, entre otros. Estos malestares mencionados tienen mucho que ver con la sociedad de consumo, en la que no llegar a determinado nivel aceptable de “cantidad de cosas” se asocia a pobreza material y a una insuficiencia personal que acarrea autoacusaciones y un sentimiento de incapacidad de imaginar un futuro que sea realizable. Se experimenta vergüenza y humillación, mina la autoestima y se intensifican problemas  psicológicos asociados a creencias de haber fracasado en la vida.

Ante esto, la primera pulsión de la sociedad parece ser la psicopatologización de la existencia como una patologización de ese malestar desde un sufrimiento singular en vez de su politización como respuesta ante un malestar colectivo. Se olvidan de las intervenciones necesarias en el ámbito del trabajo, de los derechos de subsistencia y la ampliación a derechos vinculados a los valores postmateriales como la autonomía, libertad de expresión, desarrollo de la democracia, etc., que son los que hacen que nos podamos permitir pensar en la conquista de un futuro.

Nuestra cotidianeidad hoy en día está basada en buscar insistentemente aumentar nuestra calidad de vida. Esto se manifiesta en buscar calidad en el trabajo, calidad en el hogar, calidad en las relaciones, en la identidad, en los estudios, en el ocio y en los servicios que recibimos. Paralelamente, nos hallamos ante un axioma básico para la gran mayoría de la población que es la búsqueda de la felicidad. Ser feliz se ha convertido en un mandato casi incuestionable y eso está bien, ese no es realmente el problema. La búsqueda de la felicidad siempre ha estado presente a lo largo de la historia y seguirá estándolo, la cuestión radica más bien en los caminos por los que transitamos para conseguirla. ¿Cómo buscamos la felicidad hoy en día?, ¿qué caminos tomamos para alcanzarla?, ¿qué necesidades se han impuesto socialmente? Respondiendo a estas preguntas nos acercamos a la clave de por qué y en qué medida se presentan determinados malestares psicológicos.

Podemos mencionar al menos tres de los sistemas a través de los cuales parece que las sociedades occidentales tratamos de alcanzar esa felicidad, y que a la vez son causa de desencanto: el consumismo, los avances técnico-científicos y la primacía del individualismo.  Consumismo, ciencia e individualismo se comportan de modo paradójico al ofrecer enormes cotas de bienestar y simultáneamente grandes dosis de malestar. Estos, a su vez, influyen en la forma en la que experimentamos las adversidades de la vida.  El primero, el consumismo, con su multiplicación desmedida actuaría como un paliativo de los deseos frustrados de cada persona. Se nos aparece como el gran dador, como una satisfacción compensatoria para conseguir levantar el ánimo. El segundo, la tecno-ciencia, nos da más comodidad, más facilidades pero no mayor realización personal. Ha invadido el espacio de lo personal y nos impulsa a realizar demandas desmesuradas como mostrar siempre un aspecto juvenil, eliminar la calvicie o la menopausia.  Pero no puede darlo todo. Y el tercero, el individualismo, incita a vivir a la carta, ganamos cotas de libertad en todo pero también nos sentimos menos sostenidas y sostenidos por el entorno y lo comunitario, y sentimos más soledad. Cada vez hay más gente que vive sola, ancianos, divorciados y jóvenes. De ahí la abundancia de las citas por Internet y los chats.

La conclusión es que la sociedad modela los malestares de todo tipo y las personas experimentan como malestares o enfermedades las contradicciones propias del sistema social. Citando a Erich Fromm, ponemos fin a este análisis con una de sus frases “Si las vicisitudes del mercado son los jueces que deciden el valor de cada uno/a, se destruye el sentido de la dignidad y del orgullo”, y en ocasiones, estas personas minadas en su autoestima, en su dignidad y en su orgullo acuden a nuestras consultas.

Irene Hernández Arriero

Psicóloga en Nara Psicología

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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