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8 de marzo, el día para recordar que nuestros derechos son todos los días.

El Día Internacional de la Mujer del 8 de marzo fue declarado por las Naciones Unidas en 1975. Dos años más tarde se convirtió en el Día Internacional de la Mujer y la Paz Internacional.

Cada 8 de marzo se conmemora la lucha de las mujeres por la igualdad de derechos. Es un día para recordar todos los avances realizados y también para reivindicar el trabajo que aún queda por hacer ante las desigualdades existentes entre mujeres y hombres, así como las brechas de género que continúan produciéndose en todo el mundo.  

Aunque estas cuestiones relativas a la igualdad de género entre mujeres y hombres llevan años en la agenda internacional, es un hecho que las mujeres y las niñas sufren discriminación y diferentes tipos de violencias por el simple hecho de su condición de género. Esta situación pone de relieve la necesidad de un cambio de modelo socio-político y cultural, así como de creencias, actitudes y valores para deconstruir desde las lentes de la igualdad los estereotipos de género, los prejuicios y el sexismo que están en la base y generan diferentes tipos de violencias contra las mujeres y las niñas. 

Porque en ningún país, ni siquiera en aquellos más igualitarios, se ha alcanzado aún la igualdad de género y se siguen manteniendo relaciones de desigualdad debido a una distribución inequitativa (evitable e injusta) de poder y recursos. Lo «masculino» sigue siendo considerado históricamente superior a lo «femenino», y las mujeres siguen siendo ubicadas en una posición de vulnerabilidad (receptiva y pasiva) frente a los hombres (activos y agresivos). Esa construcción binaria del género, se ha configurado como eje primario de la formación de la identidad subjetiva y de la vida social que conlleva relaciones asimétricas y de desigualdad en la distribución de poder entre mujeres y hombres. Todo lo cual a su vez propicia que se denomine una subjetividad «femenina» o «masculina», de tal manera que los comportamientos del ser mujer u hombre se perciben como atributos «naturales» que emanan esencialmente de su fisiología corporal. Resultado: el género es invisibilizado y el sexo se superpone como explicación de prácticamente todos los fenómenos humanos. A día de hoy, con todo lo recorrido en materia de derechos y libertades tanto las realidades, identidades, como las experiencias y las necesidades de las mujeres, abarcan una amplia diversidad reivindicativa que desmonta la etiqueta del género femenino como “blanca, heterosexual, joven, bella, dócil, sumisa, ama de casa y con la maternidad como destino principal”. Paralelamente, el empoderamiento de las mujeres como capacidad para incrementar su auto-confianza, su poder y la autoridad sobre sí mismas, avanza sin detenerse y permite que cada más mujeres en cada vez más rincones del mundo, puedan decidir sobre todos los aspectos que afectan a su vida, defender sus derechos y reconocer sus verdaderos deseos e intereses. Por lo tanto, es importante hacer consciente un año más que,  en esta fecha simbólica de la lucha de las mujeres, se promueve una convivencia democrática y un desarrollo social desde la igualdad de trato como una necesidad urgente del momento y un compromiso ineludible desde todos los ángulos como sociedad, como movimientos de mujeres y como poderes públicos.  

Irene Hernández Arriero 

Psicóloga en Nara Psicología 

 

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