El sueño, ¿una necesidad básica “prescindible”? 

¿En qué medida vemos el sueño importante? Es una parte de nuestra vida que tendemos a sacrificar rápidamente cuando las obligaciones nos aprietan y el tiempo parece que no da más de sí, pero ¿cómo puede afectarnos?, ¿qué beneficios tiene un buen sueño? o ¿cómo nos relacionamos con el sueño? Vamos a tratar de dar respuesta a muchas de esas preguntas

Importancia del sueño en psicología

Cuando trabajamos en terapia solemos nombrar varios básicos que tienen que estar sí o sí o lo que vayamos trabajando en la terapia va a tender a fracasar o tener poco éxito. Yo suelo nombrar dos: comer y dormir.

Si no se come y duerme bien va a ser muy complicado alcanzar un estado de bienestar en el que se encuentre a gusto y feliz.

Vamos a apoyarnos en la pirámide de necesidades de Maslow, que nos muestra las necesidades jerarquizadas en cinco niveles. Esta pirámide pone de manifiesto que para satisfacer las necesidades superiores tendrán que haberse satisfecho primero las de nivel inferior.

Si nos fijamos encontraremos el descanso entre las necesidades más básicas, las fisiológicas. Desde este modelo vemos el papel fundamental del sueño como una de las necesidades básicas a satisfacer.

Por otro lado, tenemos que ser conscientes de cómo el sueño afecta a la salud tanto mental como física.

Es fácil darnos cuenta de cómo «la pérdida de sueño daña los niveles superiores de razonamiento, resolución de problemas y atención a los detalles», como explica el Dr. Merrill Mitler, experto en sueño y neurocientífico del NIH (National Institutes of Health). Y ello, claramente, afecta a nuestro rendimiento. Todo el mundo ha tenido una mala noche y ha visto que hacer frente al día se complicaba más de lo habitual.

Pero el sueño afecta también, aunque sea más difícil de ver, a la salud física. El Dr. Michael Twery, un experto también del NIH en el sueño cuanta como «el descanso afecta a casi todos los tejidos de nuestro cuerpo […] afecta las hormonas de crecimiento y del estrés, nuestro sistema inmunitario, el apetito, la respiración, la presión arterial y la salud cardiovascular.»

Pero, ¿cómo nos relacionamos con el sueño?

Los datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN) nos indican que: 

  • Más de un 10% de la población de nuestro país sufren algún trastorno del sueño crónico y grave
  • Más de un 30% despiertan con sensación de no haber tenido un sueño reparador o finalizan el día con cansancio.
  • Estima que el 20-48% de la población adulta y el 20-25% de la población infantil sufre dificultad para iniciar o mantener el sueño.

Estos datos deberían hacernos reflexionar sobre si le estamos dando al sueño la importancia que merece, así como si nos interesaría plantearnos algún cambio en nuestras rutinas.

Como primera aproximación para plantearnos cambios habría que tener en cuenta los tres elementos que marcan un sueño de buena calidad: 

  • La duración, suficiente para sentirse descansados o descansadas y estar en alerta al día siguiente (en la población adulta se estima que este tiempo debe ser entre 7 a 9 horas).
  • La continuidad, los periodos de sueños deberían ser continuos sin fragmentación.
  • Y la profundidad, el sueño debe ser lo suficientemente profundo para ser reparador.

Teniendo esto en cuenta nos podremos orientar hacia un buen descanso de sueño reparador.

La tecnología y el sueño

Múltiples causas van a explicar que los problemas de sueño sean algo generalizado, como la falta de tiempo, el exceso de trabajo y estrés, las dificultades para la conciliación… pero vamos a centrarnos en una que se puede relacionar con las demás y parece haber ido cobrando fuerza en los últimos tiempos: la tecnología.

Analizando la tecnología y el sueño encontramos los dos extremos. Vemos como el uso del móvil afecta al descanso y dificulta la conciliación del sueño, ya que la luz azul que emiten los móviles o tablets (de corta longitud de onda) reduce la producción de melatonina fundamental en la conciliación del sueño. O las noches en vela, que vemos muy propias de la adolescencia pero también presentes en edades más avanzadas, jugando a videojuegos, viendo series o pendientes del móvil, que como hemos mencionado van a afectar de forma radical a la atención en clase, el rendimiento en el trabajo y, en definitiva, al bienestar de la persona.

En el otro extremo podemos encontrar la utilidad de las bandas de actividad o los smartwatches que hacen mediciones de la calidad y forma del sueño que nos pueden ayudar a conocer y entender como está siendo nuestro sueño y poder hacer cambios para conseguir un mejor sueño.

 

Jorge Moreno – Psicólogo de Nara psicología

 

 

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