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[et_pb_column type=»4_4″][et_pb_text admin_label=»Text»]El 7 de Abril de 1948 se celebró la primera asamblea de la Organización Mundial de la Salud (OMS), por este motivo, desde entonces, se conmemora esta fecha como el “Día Mundial de la Salud”.
Desde Nara Psicología reflexionamos sobre el término salud y sus connotaciones en la sociedad. Resulta difícil señalar un único significado para el significante “salud”, cada persona tenemos el nuestro… ¿o no? La salud, como la libertad, el amor tiene sus particularidades,… ¿o no? Como apunta Briceño-León (2000), “la salud es una síntesis; es la síntesis de una multiplicidad de procesos, de lo que acontece con la biología del cuerpo, con el ambiente que nos rodea, con las relaciones sociales, con la política y la economía internacional” (p. 15).
Si la salud tiene relación con la biología del cuerpo, ¿debemos pensar que todos los cuerpos han de seguir el mismo patrón? ¿Existen cuerpos sanos y cuerpos enfermos? Hablar en términos binarios de sano/insano, salud/enfermedad, nos parece inadecuado pues podemos comprobar cómo la realidad de las personas es diversa, como igualmente diversa es nuestra naturaleza y cómo nos relacionamos con nuestros cuerpos. Sin embargo, existe esta tendencia a abusar de los dualismos amparándose en las estadísticas.
“La estadística no marca la normalidad” proclamaba una pancarta de la asociación Órbita Diversa en el desfile estatal del Orgullo del año 2019. Sin embargo, en términos médicos, los datos cuantitativos parecen marcar los estándares del bienestar físico. Una simple analítica ya apunta entre qué valores deben situarse tus resultados para no “salirse de la norma”, pero… ¿de qué norma? ¿Se interpreta del mismo modo una analítica realizada en nuestro país que en otro lugar del mundo? ¿Es el ambiente en el que nos vivimos y nos desarrollamos responsable de nuestras afecciones físicas? Una curva de “la normal” ya nos indica entre qué valores se encuentra la mayor parte de la población. Parece cuestionable identificar como normalidad una situación por su tasa de incidencia.
La idea de “completo bienestar” introduce la noción de normalidad en la salud (Briceño-León, 2000. p. 16)
Recurriremos entonces a la definición oficial: según la OMS, “La salud es un estado de perfecto (completo) bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad».
No existen pocas críticas frente a esta definición, entre las más destacadas, Navarro (1998) acotó que la misma tiene un problema epistemológico importante, pues da por sentado que hay un consenso universal sobre lo que significan los términos clave de la definición, esto es, salud y bienestar, por lo que se trata de una definición ahistórica y apolítica. Con esto la OMS en cierta medida se estaría librando de la responsabilidad de clarificar quién decide lo que es bienestar y salud, soslayando la controversia política que dichas definiciones acarrean, al mismo tiempo que deja entrever que la salud es un concepto científico “que se aplica a todos los grupos sociales y a todos los períodos históricos por igual” (Navarro, 1998, p. 49).
Salud y ciencia caminan de la mano y nos orientan para obtener un bienestar. Desde Nara Psicología podemos preguntarnos si todas las personas tenemos las mismas necesidades, y reflexionamos sobre este punto apoyándonos en la famosa pirámide propuesta por Maslow:
Esta pirámide se caracterizaba por una jerarquía de necesidades:
- Necesidades fisiológicas: de origen biológico, orientadas a la supervivencia.; incluyen necesidades básicas como la respiración, el sueño, la alimentación, etc…
- Necesidades de seguridad: cuando las anteriores necesidades están cubiertas, aparece un segundo escalón de necesidades orientadas hacia la seguridad personal, el orden, la estabilidad y la protección. Dentro de estas necesidades se encuentran cosas como: seguridad física, de empleo, de ingresos y recursos, familiar, de salud y contra el crimen de la propiedad personal.
- Necesidades de amor, afecto y pertenencia: cuando las necesidades de seguridad y de bienestar fisiológico están medianamente satisfechas, la siguiente clase de necesidades contiene el amor, el afecto y la pertenencia o afiliación a un cierto grupo social y están orientadas, a superar los sentimientos de soledad y alienación.
- Necesidades de estima: cuando las tres primeras clases de necesidades están medianamente satisfechas, surgen las llamadas necesidades de estima orientadas hacia la autoestima, el reconocimiento hacia la persona, el logro particular y el respeto hacia los demás.
- Necesidades de auto-realización: son las más elevadas y se hallan en la cima de la jerarquía; Maslow describe la auto-realización como la necesidad de una persona para ser y hacer lo que la persona «nació para hacer», es decir, es el cumplimiento del potencial personal a través de una actividad específica; de esta forma una persona que está inspirada para la música debe hacer música, una artista debe pintar, y una poeta debe escribir. (Simons, Irwin y Drinnien 1987; Boeree 2006; Feist y Feist 2006)
Leyendo esto, cualquiera podemos replantearnos nuestro autoconcepto y preguntarnos hasta qué punto nuestro estilo de vida es saludable o estamos sanes. ¿Tenemos todas nuestras necesidades cubiertas? ¿Depende sólo de nosotres satisfacer esas necesidades? ¿Qué papel juega la sociedad en la que vivimos dentro de nuestra salud?
Hablar de salud de un modo crítico supone rasgarse las vestiduras y señalar las violencias que, en nombre de la sanidad, se pueden infringir desde la institución médica sobre los cuerpos menos normativos. Términos como “capacitismo”, “gordofobia”, “diversidad corporal”, comienzan a formarse como resistencias en un diálogo obligadamente abierto que requiere de una reciprocidad y un entendimiento mutuo. Desde la antropología médica se han instaurado unos parámetros que debieran ser orientativos y no excluyentes. La medicina, así como la ciencia, ha de reconocer su responsabilidad en su trascendencia dentro de los modelos sociales que potencian el consumo de cuerpos (desde la publicidad, el cine, etc…).
Por último, volviendo a aquello que denominamos “salud mental”: resulta difícil para una profesional que proviene de “lo social” y que se declara rebelde frente a los binarismos marcar líneas rojas sobre lo que es y no es salud mental. Lo que me interesa es el sufrimiento psíquico y, por mi experiencia, tengo muy presente que este tipo de afección no se la genera alguien por ser “defectuosa” o “no saber adaptarse al entorno”. El entorno es hostil.
Que existe el malestar y el dolor psíquico, claro que sí, pero, al igual que ahora entendemos que “género” y “sexo” no son algo natural, debemos entender que la construcción “enfermedad mental” tampoco lo es. No es enfermedad todo lo que consideramos anormal basándonos en una supuesta normalidad, ni lo son las consecuencias de un sistema capitalista ni la niñez ni la vejez ni las emociones. (Fátima Masoud Salazar, activista orgullo loco, 2021)
La realidad que ha traído consigo la pandemia no ha hecho más que encrudecer nuestro contexto y debilitar muchas de nuestras resistencias previas. También nuestro concepto de salud ha cambiado. Probablemente no reconozcamos nuestra jerarquía de necesidades. La salud es un término tornadizo, permeable a los acontecimientos que vivimos. Su significado muta con el paso del tiempo. Armémonos de coraje y de ímpetu para orientar nuestro bienestar a lo que nos convenga, de una manera única y excepcional.
Concluyo este artículo con una frase de Carl Rogers:
“La buena vida es un proceso, no un estado del ser. Se trata de una dirección, no de un destino”.
Camino Baró San Frutos.
Col. M-31096
Referencias utilizadas:
-Angarita, J. R. (2007). Teoría de las necesidades de Maslow. Obtenido de Teoría de las necesidades de Maslow: http://doctorado. josequintero. Net/documentos/Teoria_Maslow_Jose_Quintero. pdf.
-Briceño-León, R. (2000). Bienestar, salud pública y cambio social. En BriceñoLeón, R., De Souza, M, y Coimbra, C. (Coords.). Salud y equidad: una mirada desde las ciencias sociales (pp. 15-24). Río de Janeiro: Editora Fio Río de Janeiro: Editora Fiocruz.
-Navarro, V. (1998). Concepto actual de la salud pública. En Martínez, F., Castellanos, P. L., Navarro, V., Salud Pública (pp. 49-54). Ciudad de México: Mc Graw-Hill.
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