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La depresión es más de lo que nos cuentan

Si buscamos en internet algo sobre la depresión dará la impresión de ser una enfermedad que se contrae como si de un resfriado se tratase. Cuando se define, se describen los síntomas que la acompañan y los factores genéticos que la detonan. Sin embargo, muchas veces eso no es suficiente para comprender qué nos está pasando. Lo que realmente repara es adoptar una perspectiva que nos permita sentir de modo distinto y desmenuzar qué cosas están detrás de la depresión.

Aunque para cada persona supone una cosa totalmente distinta, la depresión suele girar en torno a un deseo central sentido como no realizable. Podrá ser el amor, un logro económico, recuperar una relación, la maternidad o paternidad, reconocimiento público, premios, etc. Si metemos todos los huevos en la misma canasta seremos más vulnerables, por lo que depender de una sola aspiración hará que seamos más propensos a encontrarnos en depresión. 

Es muy importante diferenciar entre un episodio depresivo (con una duración indeterminada pero limitado en el tiempo) de un carácter depresivo crónico (que aparece como rasgo de personalidad y es más estable). Veamos algunos ejemplos de ello:

¿Cómo surgen los episodios depresivos?
  • Pérdida: De personas y seres queridos, pero también de trabajo, expectativas, ideales y deseos.
  • Fracaso: Cuando intentamos conseguir algo anhelado y no lo conseguimos sentimos un malestar perfectamente normal. Sin embargo, esto puede alargarse en tiempo e intensidad generando un episodio depresivo.
  • Duelo no elaborado: No es simplemente recordar el pasado. El duelo no elaborado se manifiesta cuando algo del presente evoca experiencias pasadas. Sin tener consciencia de ello reaccionamos reviviendo situaciones dolorosas que no hemos podido colocar en su lugar.
¿Cómo se gesta un carácter depresivo crónico?
  • Indefensión aprendida: A veces tenemos experiencias tempranas que nos someten y no podemos superar. Largas hospitalizaciones, abandonos, enfermedades crónicas, abusos… pueden provocar que en el futuro, cuando aparezcan problemas  sintamos que somos incapaces y manifestemos síntomas depresivos.
  • Identificación con figuras de apego: Por ejemplo, cuando somos bebés nuestra sonrisa comienza a tener una función. Es la sonrisa social y la utilizamos para comunicarnos con la persona que nos cuida. Si ésta se encuentra deprimida y no es capaz de devolvernos la sonrisa, nos sentimos ineficaces de manera muy temprana. Nuestras neuronas espejo comienzan a funcionar y adoptamos sin darnos cuenta una visión depresiva del mundo.
  • Experiencias traumáticas: Pueden darse cuando aquellos vínculos que proporcionaban alegría dejan de estar. A veces suele haber una figura sustitutoria que compense el efecto de la pérdida. Sin embargo, si perdemos una figura y otra está en duelo, se puede dar por un lado la pérdida y por otro, la identificación con la figura doliente.
  • Miedos paralizantes: Cuando el miedo nos domina, podemos manifestar depresión por dos motivos: Uno es la valoración propia que hacemos, y otro es la imposibilidad de vivir experiencias que nos brindarían felicidad.
  • Deseo insatisfecho: A veces tenemos cerca a personas que nos producen miedo. Para vencerlo, aprendemos a anteponer sus deseos a los nuestros. Aunque logramos aplacar el miedo, el precio que pagamos es sentirnos impotentes y con nuestro deseo en segundo plano.

Aunque estos son solo algunos ejemplos, ilustran la profundidad de un diagnóstico muy presente en el día a día. En situaciones donde la tristeza está muy presente, de manera continuada y comienza a repercutir en el día a día, es muy recomendable acudir a psicoterapia para:

  • Comprenderse de una manera global y reparar aquellos daños sufridos.
  • Señalar los problemas que contribuyen a la depresión y entender qué aspectos se pueden resolver o mejorar. 
  • Identificar opciones para el futuro y fijarse metas realistas que mejoren el bienestar mental y emocional.
  • Identificar patrones de pensamiento negativos o distorsionados que contribuyen a sentimientos de desesperanza e indefensión.
  • Nutrir una actitud más positiva frente a la vida, recuperando el control y el placer.
  • Entender y modificar patrones de interacción con otras personas
  • Reincorporar gradualmente actividades placenteras y satisfactorias.

 

Artículo Nara Psicología
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