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¡Límites sí! Ya… pero, ¿Cómo lo hago?

Va siendo el momento de retomar el tema que arrancamos en el artículo: ¡Límites sí!, ¡límites no!… ¿límites tal vez? Entonces nos quedábamos teniendo claro que los límites son necesarios desde cualquier edad, aportan seguridad desde lo predecible y protegen de peligros físicos y sociales, pero planteábamos ya… pero, ¿cómo lo hago?
Vamos a ello, pero antes de ver “las normas de las normas” y “las normas de las consecuencias” que nos orienten a la practica es muy importante tener claro que aquello que llamamos “mal comportamiento” en los y las peques responde a unas razones. Y no tanto a que sean geniecillos y geniecillas del mal.

Razones que pasan por necesidades y deseos, como pueda ser de atención, por curiosidad, de ver que pasa, encontrar limites o simple y llana inmadurez para abordar alguna situación.
Si somos capaces de valorar esas razones nos colocaremos en otro punto a la hora de establecer limites o consecuencias a nuestros hijos e hijas. Seremos más razonables que si partimos de “lo hace a propósito para fastidiarme”.
Visto esto vamos al meollo, y una vez más teniendo siempre a mano nuestro sentido común vamos a ver algunas recomendaciones más particulares.

Normas de las normas
Es recomendable tratar de cumplir:
  • Comprensibles: Es importante utilizar un lenguaje adaptado a las edades. El lenguaje de los juristas no suele funcionar demasiado bien.
  • En colaboración: Los limites se aceptan mejor si se consensuan, en cierto modo, sabiendo que la ultima palabra es de padres y madres, que si vienen solo impuestos desde fuera.
  • Con razones: En la medida de lo posible evitar los “¡¡porque lo digo yo!!”, y que se pueda entender el porqué de la norma.
  • Pre-establecidas: Muchas veces nos pilla el toro y cuando los y las peques caen en uno de esos “malos comportamientos” es cuando rápidamente decimos, “¡eso no se puede hacer!”. Es buena idea establecer de antemano unas normas básicas que sean conocidas por toda la familia, y coloquen en cada miembro la responsabilidad de infringirlas o no.
  • Refrescadas: No es tanto que nos vengan bien para el verano, si no que deben ser recordadas de vez en cuando para que permanezcan en la mente de nuestro hijo o hija.
  • En positivo: Si es posible, que indiquen que es lo que se quiere que se haga, en vez de prohibir aquello que no.

 

Normas de las consecuencias
En cuanto a las consecuencias es útil tener en cuenta: 
  • Ajustadas a la edad: En función de la edad de nuestro hijo o hija tendremos que adaptar la duración o características de la consecuencia, que irán aumentando según la edad.
  • Proporcionadas: En tiempo e intensidad a la norma transgredida. Es importante que no se nos vaya la mano en caliente e impongamos una consecuencia terrible para lo que se ha hecho.
  • Realistas: Muy relacionado con el anterior, no estipular consecuencias que sea imposible llevar a cabo. Huir de los “¡¡no vas a ver la tele nunca más!!” que obviamente no se podrá cumplir.
  • Inmediatas y relacionadas: Es más fácil entender la consecuencia si se da en el momento que si viene tiempo después, así como si está relacionada con lo que se hizo, es decir, si he dejado la ropa por ahí, recoger la colada está más relacionado que quedarse sin móvil.
  • Enseñar: Es la idea fundamental, deben servir para aprender algo y no como medio para ofender o humillar.

Como la mayoría de cosas en la vida todo lo mencionado es entrenable y no será mas que con la practica que consigamos establecer unos limites y consecuencias claros y respetuosos que nos faciliten la vida tanto a peques como a nosotros y nosotras mismas.
Siguiendo el hilo de los limites en posteriores artículos trataremos de contestar las siguientes preguntas que suelen surgir: “¿Qué hacemos cuando los limites no se cumplen? ¿Qué hago con mi adolescente rebelde? ¿He perdido ya? …”
¡¡No os los perdáis!!

 

 

 

Autor: Jorge Moreno, psicólogo de Nara Psicología.
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