Muchas personas que cada una y que cada uno podemos conocer sienten miedo o incertidumbre al expresar sus emociones. Aprendemos la mayoría de nuestros comportamientos conscientes e inconscientes de forma temprana en la vida. Si alguna o muchas de las emociones que experimentamos no fueron reconocidas y validadas al crecer, puede resultar desalentador y abrumador comenzar a sentirlas en la etapa adolescente e incluso en la vida adulta.
En el proceso de supone el desarrollo vital cada persona experimenta un torbellino de cambios en diferentes áreas: cuerpo, mente, desarrollo de una identidad independiente, la socialización en diferentes ámbitos, etc. Presenciar ciertos patrones o comportamientos de figuras importantes en nuestras vidas puede influir y en ocasiones condicionarnos para tener algunas ideas sobre las emociones. Por ejemplo, tal vez pudieron enseñarnos que ciertas emociones como la ira o la tristeza son “malas” mientras que otras, como la alegría, son “buenas”.
También resulta bastante común conocer personas que crecieron en un hogar donde nadie hablaba abiertamente sobre sus emociones y sentimientos. Al llegar a etapas posteriores como la adolescencia o la edad adulta esto puede influir en la dificultad para regular y comprender la propia experiencia emocional.
Independientemente de lo que te enseñaron, es importante aprender y comprender tus sentimientos y emociones ya que están presente continuamente en cada persona, se sienten y se manifiestan en el cuerpo.
Las emociones cambian la forma en que vemos el mundo y cómo interpretamos las acciones de los demás.
Paul Ekman (psicólogo pionero en el estudio de las emociones y su expresión)
Las emociones son una parte esencial de los seres humanos. Son esa energía que fluye en nuestro cuerpo y nos comunica diversos mensajes. Todas las personas están diseñadas para sentir el espectro completo de emociones básicas como la ira, el miedo, la alegría, la tristeza, el asco y la sorpresa. Estas emociones nos ayudan a comunicarnos con las demás personas y a conectarnos con nosotras mismas y nosotros mismos. También ayudan a comprender si debemos huir de algún peligro, defendernos o abrazar a alguien (entiéndase en la antigua normalidad).
Sentir diferentes emociones ha sido una parte fundamental de la evolución y supervivencia como especie; y en la actualidad, sentirlas plenamente, pueden ayudarnos a vivir una vida más conectada y plena.
Desafortunadamente, a lo largo de los años, a muchas personas se les ha enseñado a ver las emociones como un enemigo, como algo que necesita ser domesticado, adormecido o controlado. Incluso se ha llegado a etiquetar a algunas personas como “emocionales” o “emocionalmente sensible”, teniendo dichas etiquetas un matiz negativo, en lugar de celebrar esa habilidad.
Reprimir nuestras emociones puede conducir a consecuencias negativas en el futuro. No comprender o no estar en contacto con tus emociones puede tener algunas consecuencias poco afortunadas. Diversas investigaciones demuestran que suprimir las emociones puede incrementar la tendencia a la agresividad, la agitación y la ansiedad. Intentar “anestesiarse” bloqueando o tratando de controlar una emoción que en determinada situación necesita sentirse puede llegar a acumularse. Las emociones tienen un sustrato biológico y no se eligen, las experimentamos como suceden. Esto significa que dentro de un tiempo es posible que estalle y sientan dicha emoción de forma inesperada. Esto supone que muchas personas lleguen a sentirse fuera de control. Cuanto más vamos ignorando nuestros sentimientos, más abrumador parece sentirlas. Huir de las emociones que pueden resultar desagradables supone un alivio temporal. Esas huidas de ciertas emociones las encontramos frecuentemente en el consumo de sustancias, en el estado diario de ser personas hiperproductivas, en hacer cualquier cosa para evitar conectar con las propias emociones.
Ignorar las señales emocionales está directamente relacionado con algunos problemas de salud que pueden ser digestivos, como el síndrome de colon irritable; de reducción del sistema de defensas mediante la depresión del sistema inmune; o enfermedades cardíacas.
A continuación, os dejamos algunas ideas para conectarte contigo misma o contigo mismo y comprender tus emociones y sentimientos:
- Haz una pausa y observa: una de las formas más sencillas de comenzar a reconocer y comprender tus emociones es parar un momento, no es necesario que sea mucho tiempo, para comprobar cómo te encuentras física y psicológicamente. ¿Cómo te sientes?
¿Notas tensión en tu cuerpo? Si es así ¿dónde lo notas? ¿qué pensamientos recorren tu mente? Cuando hagas la pausa es importante no juzgar lo que estás observando que sucede en tu cuerpo y tu mente en el momento presente. Muestra curiosidad por tus sensaciones físicas, por tus pensamientos y por cómo podrían relacionarse entre ellos. - Respira: una vez que empieces a observar las sensaciones que estás experimentando y hayas nombrado las emociones o sentimientos, toma varias respiraciones profundas. Haz que la exhalación sea más larga que la inhalación. La respiración activa el nervio vago y este es fundamental en nuestros cuerpos para la regulación emocional. Respirar ayuda a la regulación de las emociones y de la intensidad de estas.
- Practica la autocompasión: recuerda que eres un ser humano, que eres una persona, y que todas podemos experimentar un espectro completo de emociones. Observa cuando sientas vergüenza o incomodidad al experimentar una emoción… ¿Qué me enseñaron sobre esta emoción? ¿Qué aprendí? Reconocer, validar y respetar las propias emociones es una forma de comenzar a aceptarse y cuidarse. Muchos estudios han encontrado evidencias de que la práctica de la autocompasión libera oxitocina, denominada a veces la hormona de la humanidad, favorece la conexión con nosotras y nosotros mismos y con las demás personas, ayudando al establecimiento del equilibrio emocional.
Para aquellas personas que no han estado en contacto o han estado poco conectadas con sus emociones puede parecer difícil y generar miedo comenzar a hacerlo. Sin embargo, las emociones son temporales y ningún sentimiento dura para siempre. Para poder liberarlas es necesario sentirlas. Intentar bloquear o que desaparezcan emociones y pensamientos es agotador. Intenta sentarte con ellos. No es necesario abrazarlos, pero déjalos estar ahí, pese a que generen ansiedad, porque eso es lo que te hará dejar de tener miedo a tus propias emociones y sentimientos. No eres la única persona a la que le pasa. No estás sola y hay opciones para aprender a gestionarlo. Quizá no sea algo sencillo, puedes sentir miedo y de todos modos hacerlo.
Laura Rodríguez-Mondragón
Psicóloga de Nara Psicología