Os invito a que os toméis un minuto antes de continuar leyendo este artículo, para recordar vuestra adolescencia. Cómo te sentías, cómo eras físicamente, qué cosas eran prioritarias para ti… Recuerda la relación con tu familia, la relación con tus amigos y amigas, con los estudios… Ahora, imagina que en ese momento de tu vida tuvieras que vivir una situación como la que estamos viviendo actualmente. ¿Cómo crees que te habría afectado esta situación si en vez de tener la edad que tienes ahora mismo hubieras tenido 16 años?
Hacer este ejercicio de imaginarnos en su lugar, es el primer paso para tratar de comprender cómo pueden estar viviendo los y las adolescentes esta situación. No es un ejercicio sencillo, ya que es posible que lo primero que se nos pase por la cabeza sea que “lo tienen todo muy fácil con tan pocas responsabilidades” o que “ellos y ellas lo están pasando muy bien enganchados al móvil a todas horas”. Si es esto lo que habéis pensado, os invito a ir un poco más allá para poder profundizar en la comprensión de estas personas adolescentes. Es una reflexión especialmente útil, si tenéis la circunstancia de estar conviviendo con ellos y ellas en este momento, ya que no está siendo una situación nada fácil para los padres y madres que conviven con sus hijos e hijas adolescentes. Comprender cómo se pueden estar sintiendo (aunque nos digan que no les pasa nada) nos puede ayudar a conectar con ellos y ellas.
La adolescencia es un periodo caracterizado por la necesidad de mirar hacia fuera de la familia, a la vez que siguen necesitando el sostén tanto económico como emocional de esta. Este mirar hacia fuera significa empezar a darle prioridad al grupo de iguales que pasan a estar en el pedestal antes ocupado por los padres y madres. Esta necesidad de pertenencia al grupo viene predispuesta en nuestro cerebro como una prioridad para la supervivencia, ya que el miembro de la manada que no pertenecía al grupo tenía muchas menos posibilidades de sobrevivir.
Es importante, para poder entender a los y las adolescentes, conocer cómo está funcionando su cerebro y su cuerpo en este momento de la vida. Saber que no han desarrollado del todo el cortex prefrontal (encargado del control de impulsos, la planificación, la percepción del riesgo…) y que tienen una amígdala muy sensible (encargada de estar alerta avisar cuando hay peligro y responder emocionalmente ante las posibles amenazas), nos puede ayudar a comprender mejor por qué están tan irascibles, responden tan impulsivamente o tienen tantas dificultades para organizarse. Entender que se aburren con mucha más facilidad porque están “diseñados/as” para salir al mundo a buscar experiencias nuevas de aprendizaje y que tienen la necesidad de pertenecer al grupo de iguales, nos puede ayudar a entender por qué se han aburrido tanto durante este confinamiento, queriendo escaparse por la ventana para ver a sus amigos y amigas y/o confinándose en sus habitaciones sin querer saber nada de la familia mientras hacían amigos y amigas nuevas por las redes sociales.
Otro aspecto importante que podemos observar es a qué responde la forma en la que han gestionado y están gestionando esta situación. Esto nos va a dar mucha información sobre su forma de gestionar los momentos de estrés, descontrol e incertidumbre. Cómo se han estado comportando nos habla de los mecanismos que tienen para sostenerse y defenderse emocionalmente en tiempos de crisis. ¿Han negado la situación diciendo que lo que estaba ocurriendo no era tan importante? ¿Han sentido mucha injusticia porque sus compañeros y compañeras están copiando en los exámenes on line? ¿Se han encerrado en sí mismos/as? Poner atención a su forma de reaccionar ante esta situación nos va a dar mucha información sobre ellos y ellas. Si somos padres y madres de adolescentes, observar esto nos va a dar información sobre nosotros/as y el funcionamiento familiar, ya que, en muchas ocasiones, nuestros hijos e hijas van a estar repitiendo o reaccionando ante lo que ven en casa.
Para terminar, os comparto algunas ideas para ayudar a los y las adolescentes a gestionar esta situación de una forma más saludable:
- Entendiendo sus necesidades y poniéndonos en su lugar. Tratando de distanciarnos emocionalmente para poder distinguir que es lo que les está pasando.
- Ofreciéndoles espacios de escucha en los que puedan hablar de cómo se están sintiendo.
- Preguntándoles cómo se sienten. Aunque no quieran contestar, saber que tienen ese espacio hará que se sientan más seguros.
- Haciéndoles corresponsables de la situación que estamos viviendo. Explicándoles los riesgos que conllevan ciertos comportamientos.
- Tratando de no escalar en las discusiones con ellos y ellas. Eligiendo bien en qué discusiones nos merece la pena entrar y en cuales no. Respondiendo de formas novedosas ante sus provocaciones y desafíos que les dejen descolocados y descolocadas.
- Ofreciéndoles planes alternativos en familia que respondan a sus intereses.
- Siendo un modelo saludable de gestión de la situación.
Inés Alonso Apausa.
Psicoterapeuta de Nara Psicología.