Malestar en las discusiones. El triángulo dramático

[et_pb_section bb_built=»1″ _builder_version=»3.0.47″ custom_padding=»0|0px|54px|0px|false|false»][et_pb_row _builder_version=»3.0.48″ background_size=»initial» background_position=»top_left» background_repeat=»repeat» custom_padding=»0|0px|27px|0px|false|false»][et_pb_column type=»4_4″][et_pb_post_title _builder_version=»3.14″ title_level=»h2″ title_font=»Amaranth||||||||» title_text_color=»#82368c» title_font_size=»28px» author=»off» comments=»off»]

 

[/et_pb_post_title][et_pb_text _builder_version=»3.13.1″ text_font=»Roboto|300|||||||» text_text_color=»#454545″ text_line_height=»1.8em»]

Las discusiones son una forma de comunicación en la que habitualmente tomamos un tipo de rol específico y esto nos puede producir malestar. Cuando pensamos o hablamos contamos historias propias, a nosotros y nosotras mismas y a los y las demás, dando significado a nuestro día a día. En estas historias se buscan personas aliadas que nos entiendan y apoyen.

Cada cual se puede ver como una víctima, como una persona acusadora o como un persona salvadora-juez. Generalmente, nos vemos como víctimas, aquellas personas que nos generan malestar son acusadoras; cuando se lo contamos a alguien le pedimos que sea una persona salvadora-juez.

Tenemos pues, los tres puntos que forman el triángulo:
Se da un juego en el que las personas implicadas van cambiando de papel, moviéndose entre víctima, persona acusadora y persona salvadora. Un ejemplo claro son las típicas discusiones de pareja:

  • ¡Has vuelto a dejar el baño hecho unos zorros! (persona acusadora)
  • No he tenido tiempo de limpiarlo porque tenía que hacer la cena (víctima)… encima que cocino para ti y para mí, no me digas que eres incapaz de quitar un par de pelos en lugar de estar en el sofá. (persona acusadora)
  • ¿Perdona? Pero si he bajado a hacer la compra (víctima) mientras tú estabas de cañas (persona acusadora). De no ser por mí no habría nada en la nevera ahora .(persona salvadora)

Durante este bucle nos enganchamos de manera inconsciente y continuar solo empeora la situación. Pero lo más importante es que oculta los verdaderos motivos del malestar. La sensación de falta de implicación, fatiga, demanda de atención, etc. no se expresan abiertamente porque puede resultar doloroso. Es más fácil pensar en el otro como una persona acusadora y en nosotros o nosotras mismas como una víctima que comenzar a ser personas salvadoras.

Cuando estos casos se dan con demasiada frecuencia, es recomendable buscar ayuda para cambiar esta forma de relacionarnos. Conseguir integrar es mostrar que somos victimas que acusamos y podemos salvarnos mutuamente.Es el primer paso para poder hablar de esos sentimientos más profundos que sustentan estas discusiones habituales.

 

Jacobo Blanco –  Nara Psicología

[/et_pb_text][/et_pb_column][/et_pb_row][/et_pb_section]

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Necesitas ayuda?