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¡Límites sí!, ¡límites no!… ¿límites tal vez?

De un tiempo a esta parte se habla mucho acerca de la necesidad, o no, de poner límites a nuestros hijos e hijas. ¿Hay que marcarles lo que deben hacer, cómo comportarse? O por el contrario ¿es mejor dejarles experimentar y que se gestionen por sí mismos y mismas?

Prácticamente todos y todas habremos oído hablar de los 3 estilos parentales (Autoritario, Democrático y Permisivo) que tanto de sí han dado en los talleres para familias, que hace unos años tuvieron un importante auge en los centros educativos. Talleres que, sorprendentemente, iban fundamentalmente dirigidos a familiares de adolescentes.

¿Significa esto que no es necesario límite alguno en las primeras etapas de la vida?

Pero no corramos tanto, antes de entrar en todos esos debates, deberíamos de tener claro qué es esto de “un límite”.

Los límites son reglas que determinan:

  • El comportamiento
  • Las relaciones sociales
  • La convivencia

En definitiva, marcan hasta dónde podemos llegar con nuestros comportamientos. Muy relacionado con aquello que se nos decía de pequeños y pequeñas: “no le hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti”. Nos suena,¿verdad?

Respondiendo a la pregunta “¿es necesario límite alguno en las primeras etapas de la vida?” Resulta obvio que ponemos límites cuando impedimos que nuestros hijos, hijas y menores a nuestro cargo, metan los dedos en un enchufe o se lancen de cabeza escaleras abajo. Igual que es de cajón que impidamos que corran cualquier peligro físico.

No queda tan clara la función de los límites cuando nos referimos a peligros de carácter social, ¿por qué? ¿Por qué la práctica totalidad de los seres humanos impedimos que nuestros hijos, hijas y menores a nuestro cargo  se despeñen por un terraplén, pero no todos y todas impedimos que se despeñen en sus relaciones sociales con compañeros y compañeras, familia o incluso desconocidos?; esto se produce por no tener claro cuál es la pauta general de comportamiento (pauta que además padres, madres y familiares solemos conocer), como por ejemplo, que no se puede gritar a un profesor o profesora.

Con lo mencionado, aportamos también razones a favor de la necesidad de límites con que arrancábamos el artículo. Son necesarios, además de porque protegen de otro tipo de peligros no físicos, porque aportan un entorno predecible que genera tranquilidad.

Para entender esto no hay mas que hacer un ejercicio de imaginación. Recuerden la primera vez que se enfrentaron a una situación novedosa, por ejemplo, el primer día en un trabajo nuevo. No sabemos qué esperar, qué se espera de nosotros o nosotras, qué tenemos que hacer, dónde ir… Tómense unos segundos para pensar en ello… ¿ya? No es una sensación agradable no saber a qué atenerse, ¿verdad?

Esa misma sensación es en la que viven nuestros hijos e hijas cuando no saben que esperar de sus familiares, el entorno, la gente…

Todo esto no quiere decir que en nuestras casas tengamos que caer en el autoritarismo y generar un sistema militar a la orden de ¡¡Firmes AR!! Los límites son necesarios pero el “¿cómo?” También tiene una importancia fundamental. Dicho “¿cómo?” lo abordaremos en sucesivos artículos en los que nos aproximaremos a la forma más adecuada de establecer esos limites sanos y útiles para nuestros hijos, hijas y menores a nuestro cargo.

Autor: Jorge Moreno

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