LA ESCLAVITUD MODERNA

 

Fuente foto: http://chsalternativo.org/reportealternativo/2019/08/22/boletin-n-255-rompiendo-las-cadenas/

Cuando se lee o se escucha la palabra “esclavitud” el sentido común suele colocarla como en algo de otra época, de varios siglos atrás. Sin embargo, y lamentablemente, la esclavitud ha evolucionado y se ha manifestado en formas diferentes a lo largo de la historia por lo que no se puede decir que haya desaparecido, sino que ha mutado, se ha transformado adquiriendo nuevas facetas. En la actualidad todavía persisten algunas antiguas manifestaciones al amparo de creencias y costumbres tradicionales. También se habla de la esclavitud moderna como término para denominar  prácticas como el trabajo forzoso, el matrimonio forzado, la trata de personas, la explotación sexual, el trabajo infantil y el reclutamiento forzoso de niños/as para su uso en conflictos armados, como las principales formas que adopta la esclavitud en el siglo XXI. Este comercio no requiere de barcos de personas esclavas, ni cadenas y bolas, pero el problema permanece: se trata de la violación de los derechos humanos y de la dignidad humana tal como fueron enunciados en la Declaración Universal de los Derechos humanos de 1948. Y como pasa siempre a lo largo de la historia de la humanidad, afecta más a la población más vulnerable del planeta, en su mayoría mujeres e infancia, en todos los países.

Más de 40 millones de personas en todo el mundo son víctimas de la esclavitud moderna, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Las mujeres y las niñas se ven afectadas de manera desproporcionada por esta lacra, representando el 71% del total, casi 29 millones. Del total de víctimas, un 25% son infancia, alrededor de 10 millones. Aunque casi todos los países la han declarado ilegal, continúa existiendo y en Asia se encuentra casi el 35% de las víctimas. Por este motivo, existe el día Internacional para la Abolición de la Esclavitud que se celebra el 2 de diciembre en conmemoración al 2 de diciembre de 1949, fecha en la que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el Convenio para la represión de la trata de personas y la explotación ajena. El objetivo del día es reclamar la erradicación de todas estas formas contemporáneas de esclavitud. En 2007, la Asamblea de las Naciones Unidas decidió designar también el 25 de marzo como Día internacional de recuerdo de las víctimas de la esclavitud y la trata transatlántica de esclavos, que se celebra anualmente a partir de 2008.

Y hoy en día, tú, ¿de qué eres esclavo/a?

Haciendo un uso simbólico del término y manteniendo su significado de estar bajo un dominio que te resta libertad, podemos preguntarnos como sociedad o como personas a nivel individual qué es lo que nos sigue esclavizando externa o internamente. Preguntarnos a qué estamos subyugados/as, qué nos inmoviliza o paraliza, cuál es nuestro sometimiento y porqué. El conocido enunciado de Rosa Luxemburgo “quien no se mueve no siente las cadenas”, nos invita a revisarnos y a cuestionar para poder mirar nuestras propias cadenas, y el lugar de donde provienen. Porque nadie puede avanzar si antes no toma conciencia de las ataduras ocultas que a diario le rodean. Vivimos en un modelo de crecimiento económico que ha propiciado el asentamiento de un modo de vida que nos quiere hacer pensar que seremos más felices cuantas más horas trabajemos y más dinero ganemos, y sobre todo cuantos más bienes consumamos. Estamos atadas a condiciones tecnológicas, a estereotipos sexuales, a depender de afectos superficiales, a modas sociales y a la imagen física con un modelo impuesto de belleza. A veces también podemos ser esclavas o esclavos del pasado, de los traumas de la infancia, de la esclavitud de lo que alguien más decidió que fueras, de una relación que no te satisface, de un trabajo que no disfrutas o la esclavitud de la rutina de la vida. Estas pueden ser algunas cadenas que llevamos y que no sentimos porque no somos capaces de movernos. Desde nuestra capacidad de acción inmediata con nosotros y nosotras mismas, podemos romper esas cadenas de resentimiento, rencor y culpas, y decidirnos por soltar esas cargas y liberar esa energía. Mantener la voluntad de querer cuestionar la realidad que nos rodea con su normalización, con su binarismo, con sus supuestos incuestionables y mantener a flote el pensamiento crítico, nos hace menos esclavos y esclavas. Y no olvidar nunca el darnos una nueva oportunidad de empezar de nuevo cada día y cambiar lo que no nos gusta o mejorar en el sentido deseado.

 

Irene Hernández Arriero

Psicoterapeuta en Nara Psicología

 

 

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