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La coreografía de los buenos tratos a la infancia. Primera parte

Cada vez está más extendida la certeza de que la infancia es un periodo crucial en el desarrollo psicológico de las personas. La manera en la que nos relacionamos con los niños y niñas, sobre todo si somos sus principales figuras de referencia, va a marcar de manera decisiva la forma en la que ellos y ellas se van a relacionar consigo mismos y con las demás.

Las personas nacemos completamente dependiente de nuestros cuidadores o cuidadoras. Por eso, venimos de serie con la necesidad de buscar y apegarnos a la persona que represente ese papel cuidador en nuestra vida. Sin esa persona nos morimos y como tenemos instinto de supervivencia, vamos a hacer lo que sea necesario para que esa persona se mantenga a nuestro lado. A veces, los niños y niñas adquieren formas de relación disfuncionales para poder adaptarse a sus cuidadores y cuidadoras. 

Nos adaptamos a las propuestas relacionales de las personas que nos cuidan porque está en juego nuestra vida. Así aprendemos de ellos y ellas a relacionarnos con el mundo. Cuanto más sensibles a nuestras necesidades y bientratantes sean nuestras cuidadoras, más papeletas tenemos de desarrollarnos de forma saludable física y emocionalmente.

Por tanto, es responsabilidad de las figuras cuidadoras proveer a los niños y niñas de una buena nutrición física y emocional. 

Para llevar esto a cabo, nuestra propuesta es imaginarnos la relación con niños y niñas como una coreografía en la que tenemos que estar coordinados para que se pueda llevar a cabo de manera satisfactoria. Y es que la coordinación es muy importante cuando se trata de relacionarnos, ya que en una relación hay, cómo mínimo, dos personas con sus propias necesidades y deseos. Esto quiere decir, que nuestro bebé ya tiene necesidades y deseos propios y que es tarea de los y las cuidadoras, ser sensibles a estas necesidades y responder a ellas de la mejor manera posible. 

Escuchar su necesidad, saber diferenciarla de la nuestra, responder a su necesidad entendiendo que es diferente y ayudarle a entender lo que le pasa y ponerle palabras… Crear una coreografía compartida en la que el niño o la niña vaya aprendiendo que sus necesidades van a ser escuchadas, comprendidas y cubiertas, que el mundo es un lugar seguro en el que van a protegerle si ocurre algo que le asusta y que las relaciones con las otras personas no son amenazantes ni potencialmente peligrosas.

Para esto, no hace falta ser cuidadoras y cuidadores perfectos. De hecho, cuando los padres y madres se equivocan y lo gestionan de forma positiva, le están dando un ejemplo valiosísimo a sus hijos e hijas sobre qué hacer cuando se equivoquen, ya que la equivocación es parte de la vida. Lo que hace falta es ser lo más sensibles posible a sus necesidades, reflexionar sobre las decisiones que tomamos en la relación con ellos y ellas, coordinarnos con nuestra pareja de cara a los cuidados y la manera de abordar las situaciones del día a día, hablar con otros y otras cuidadoras e intercambiar maneras de hacer. Es decir, ser cuidadoras reflexivas y flexibles que entienden su responsabilidad en la relación con los niños y niñas y que están dispuestos y disponibles para ofrecerles una propuesta de relación sensible a sus necesidades. 

Autora: Inés Alonso Apausa. Psicoterapeuta de Nara Psicología
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