Inés Alonso Apausa, psicoterapeuta en Nara Psicología, nos responde a unas preguntas sobre la incorporación de la perspectiva de género en psicoterapia, un tema de gran relevancia y actualidad en el ámbito de la atención psicológica.
Entrevistadora: ¿Qué es la perspectiva de género? ¿Por qué crees que es importante incorporarla en psicoterapia?
Inés: La perspectiva de género hace referencia a una manera de conceptualizar cualquier aspecto de la vida y cualquier ámbito de investigación, estudio, etc. teniendo en cuenta la socialización diferencial en cuanto al género. Es decir, la perspectiva de género parte de la premisa de que, además de unas diferencias biológicas y fisiológicas en cuanto a nuestros órganos sexuales, cuerpos y diferencias cromosómicas, existe una socialización diferencial a través de la cual nos desarrollamos como hombres o mujeres y que esto viene de la mano de unas exigencias, expectativas y mandatos de rol que atraviesan todos los aspectos de nuestra vida. Se entiende que, esta socialización diferencial genera relaciones de poder y contribuye a establecer una estructura social en la que los hombres cis heterosexuales estarían en un lugar social de mayor privilegio que el resto de las personas, mujeres cis heterosexuales y todas las personas pertenecientes al colectivo Lgtbiq+. Y en función de la asignación de rol, van asociados unos malestares y unas sintomatologías determinadas, que son las que vamos a encontrarnos en psicoterapia.
Es imprescindible incorporar la perspectiva de género en psicoterapia para no perpetuar los roles y estereotipos de género y las desigualdades y violencias asociadas en el espacio psicoterapéutico y dar respuestas específicas en cuanto a las necesidades de género implicadas en la sintomatología y los malestares de las pacientes. Poder hacer un buen diagnóstico diferencial y darte cuenta de que, desencadenando o manteniendo (o ambas) la sintomatología hay aspectos relacionados con el género en el que nos han socializado. Trabajar con las y los pacientes los aspectos que tienen que ver con el género desde una lectura de género global y no trabajar como algo individual, aspectos que son colectivos (por ejemplo, la importancia que tiene el aspecto físico y cómo se construye como una cuestión identitaria en las mujeres por un tema de género- Naomi Wolf, el mito de la belleza). Nos permite poder entender algunas sintomatologías o mecanismos de defensa, resistencias, etc. como maneras que tiene la persona de afrontar y adaptarse a las violencias de género y/o sobrevivir a ellas.
E: ¿Cómo se puede incorporar esta perspectiva de género?
Inés: La perspectiva de género se incorpora desde una mirada transversal a todo el proceso psicoterapéutico, cómo parte del encuadre explicitado e “independiente” de la escuela psicológica desde la que trabajes. Es un marco conceptual y un modelo teórico desde el que tu observas, evalúas, te relacionas e intervienes. Se puede incorporar desde la manera en la que te promocionas como psicoterapeuta (por ejemplo, si utilizan o no lenguaje inclusivo en tus publicaciones o en tu página web), la primera llamada que tienes con las futuras personas que acompañes (por ejemplo, si se trata de una peque, preguntar si hay pareja, si están juntos/as, si pueden venir juntos/as y si no, citar a ambos), cómo haces el encuadre de la primera sesión (plantear estas cuestiones en el encuadre) y por su puesto la evaluación y el tratamiento.
No es una técnica que tu puedas aprender y reproducir, porque requiere una revisión y un trabajo con una misma. Al menos como lo entiendo yo, ya que en la propia relación que tenemos con las pacientes ya se está poniendo en marcha todo el sistema de género. Aunque también podemos incorporar ciertos criterios a la hora de evaluar e intervenir que nos van a ayudar a tener en cuenta estos aspectos de género.
E: ¿Para qué tipo de personas o procesos psicoterapéuticos está indicado trabajar con ella? ¿Con hombres tiene sentido trabajar desde esta perspectiva?
Inés: La perspectiva de género se incorpora en el trabajo con todo tipo de personas y de sintomatologías, porque todas las personas estamos atravesadas por el género y siempre tiene relación con lo que nos sucede. Con mujeres que han sufrido o sufren violencia de género, hombres que la ejercen, abusos sexuales o cualquier situación que suponga violencia asociada a relaciones de poder en cuanto al género y acompañamiento o tratamiento de personas del colectivo lgtbiq+ o con dudas en cuanto a su identidad de género, es imprescindible. En mi opinión, también en el tratamiento de sintomatologías en las que hay evidencia de una mayor prevalencia en uno de los géneros (por ejemplo, ciertos trastornos de ansiedad, trastornos alimentarios, enfermedades somáticas tipo la fibromialgia, etc.). Por ejemplo, en los casos de trastorno alimentario, a parte de todo lo que tiene que ver con imagen corporal y cómo esto atraviesa mucho más la identidad de las mujeres, la investigación refiere que muchas de estas mujeres tienen trauma por abuso sexual, emocional o de poder.
Evidentemente tiene sentido trabajar también con hombres porque, por un lado, también pueden sentir malestar asociado a las atribuciones de género asignadas. Por el otro, trabajar con ellos para que no sigan ejerciendo o prevenir la violencia o el abuso de poder.
E: ¿Qué implicaciones tiene en la evaluación y en el tratamiento?
Inés: Para incorporar la perspectiva de género, tomando un modelo en el que tenemos aspectos individuales, relacionales y contextuales, el género estaría dentro de los factores contextuales, entendiendo que influye de manera directa en los otros dos aspectos, los individuales y los relacionales. Entonces, cuando una persona nos está refiriendo una sintomatología individual, por ejemplo, un duelo no resuelto por una separación de pareja, nosotras vamos a evaluar qué aspectos de género pueden estar influyendo en esta sintomatología. Podríamos encontrarnos, por ejemplo, aspectos relacionados con los mandatos de género hacia la mujer sobre la pareja y el amor romántico, creencia de que no estás completa si no tienes pareja y que no puedes ser independiente. También podemos encontrarnos una sobrecarga de rol familiar a raíz de esta separación, lo cual le está generando mucho estrés y esto esta dificultando que pueda elaborar el duelo. Quizá culpa asociada a tomar la decisión de terminar con esa relación y lo que supone para su familia de origen que una mujer decida separarse de su pareja. Por ejemplo, en casos de violencia de género podemos darnos cuenta de que estamos ante una sintomatología post traumática en lugar de un proceso de duelo.
Por otro lado, aspectos que tienen que ver con la ciclicidad femenina y la salud de las mujeres, tampoco lo tenemos integrado en el proceso terapéutico porque no nos enseñan a mirar con esta óptica. Esto es un aspecto fisiológico que tiene un gran impacto a nivel contextual, ya que hasta el momento no se han tenido en cuenta estas cuestiones diferenciales y esto es violento y genera desigualdad. Incorporarlo en el proceso terapéutico se traduce en tener en cuenta cómo está la mujer a nivel hormonal, como son sus ciclos menstruales, en qué fase del ciclo está en cada sesión y cómo esto le influye en la sintomatología que presenta. En muchas ocasiones se patologiza la ciclicidad femenina y en otros, la vivimos con mucho malestar porque no se nos permite ser cíclicas y tenemos que estar con un mismo nivel de energía en todos los momentos del mes, aunque nuestro cuerpo funcione de otra manera.
También se incluyen aspectos relacionados con la identidad de género y la orientación sexual. No dar por hecho ciertos supuestos cisheternonormativos, poner sobre la mesa aspectos relacionados con la identidad de género y la orientación para que la persona se sienta cómoda a la hora de compartirlos.
Y por supuesto, imprescindible, cuando estamos trabajando sobre maternidades, exigencias y romanticismo de la maternidad, abortos, duelos perinatales, etc.