Cada año, el tercer sábado de octubre se celebra internacionalmente el Día del Perezoso. Estos seres peludos, duermen gran parte del día, se mueven a un ritmo lento y muestran una bonita sonrisa mientras se alimentan y ven la vida pasar.
En Nara Psicología, queremos aprovechar este día para hablar de la pereza, las/los perezosas/os y la procrastinación. Pues a muchas/os de nosotras/os bien nos gustaría llevar cual vida de oso perezoso, pero, nuestras vidas van a un ritmo extremadamente diferente al de nuestros amigos peludos.
Llevar la vida del oso perezoso mientras el mundo sigue funcionando de una manera frenética (y cada vez más extraña) nos termina generando grandes oleadas de emociones desagradables: si no descansas y procuras finalizar cuanto antes todas las tareas el saber popular nos dice que no sabes cuidar de ti, pero, paradójicamente si descansas y dejas las tareas para otro momento el mismo saber popular te dice que no estás siendo responsable.
Parece que estamos en una encrucijada.
¿Dónde encontramos el equilibrio?
La situación pandémica ha cambiado el ritmo de nuestras vidas en muchos sentidos. Vivimos en un contexto que nos exige cuidarnos y hacernos cargo de nosotras/os mismas/os y, al mismo tiempo, nos exige rendir, hacer, producir, trabajar, hacer, hacer, hacer.
La culpa y la ansiedad están por todos lados y circunstancias:
Nos da vértigo tener tiempo libre
Nos abruma no tener tiempo libre
Nos genera ansiedad tener todo por hacer
Nos genera ansiedad no tener nada que hacer
En estas circunstancias se activan los mecanismos que nos han permitido sobrevivir hasta ahora: procrastinar o, por el contrario, hacer mil cosas. Raras veces hay equilibrio o término medio. Y todas/os nos movemos en ese continúo más cerca de un extremo o de otro según lo que nos haya sido más o menos útil en nuestra historia de vida.
Cuando procrastinamos nos situamos más cerca del “no hacer y dejarlo para más tarde”, teniendo que pasar en un futuro más o menos cercano justo al otro extremo: el de la máxima producción porque, al haber dejado pasar el tiempo, ahora contamos con menos horas para poder acabar aquellas “tareas pendientes”. Y, si bien es cierto que éste podría ser un artículo que incluyera “Tips para no procrastinar”, lo cierto es que nos gustaría ir un poquito más allá, porque los tips los puedes encontrar en cualquier artículo buscando por la red, así que hagamos algo distinto.
Hablemos de lo que necesitamos
Cuando lo que necesitamos es descansar, pero lo que “tenemos que hacer” es trabajar, podemos hacer lo de siempre (o casi siempre): ignorar nuestra necesidad de descanso: trabajando como si no hubiera un mañana, o justo lo opuesto, procrastinar, dejándolo todo para después.
Pero tenemos una tercera opción que es la que desde aquí proponemos desde los siguientes 2 puntos:
1-Para empezar, rompamos con esa idea de que “Descansar” NO significa no hacer nada. Descansar durante un buen rato, o durante un fin de semana, recuperarnos, darnos una ducha larga, dormir mucho, comer tranquilas/os y despacio, tumbarnos a ver la vida pasar, leer lo que nos apetezca, pasear bajo el sol, bajo la lluvia o sencillamente quedarnos en nuestra casa tumbadas en el sofá viendo una película o mirando el techo, etc; NO ES no hacer nada, de hecho lo es TODO. Es hacer mucho. Se trata de espacios de desconexión con el mundo externo para conectarnos con nuestro mundo interno, tan o más importante. Volvamos a nuestras fuentes de energía.
2-Asumamos responsabilidades: descansar no implica abandonar nuestros trabajos ni nuestras tareas. Hay cosas que no nos gustan, que nos dan pereza, que nos agotan, pero que son importantes o necesarias, para poder tener un ingreso económico, para poder resolver un asunto médico, para poder gestionar una documentación relevante que la necesitaremos en el futuro. No se trata de hacer siempre lo que nos encanta, de hecho, muchas veces tenemos que hacer cosas que detestamos, pero es un acto de responsabilidad personal el poder hacernos cargo de ello porque también forma parte de nuestro autocuidado. ¿Ello implica que solo hagamos estas tareas pendientes y que solo nos dediquemos a trabajar? NO. Se trata de ir resolviendo aquello que nos preocupa o nos estresa para que nuestro “yo” del futuro pueda sentirse un poquito más cuidado y más relajado gracias a nuestro “yo del presente”. Atendamos lo urgente para pasar luego a lo importante.
A veces lo que necesitamos es tumbarnos un rato al sol, recargar energías, aunque solo sea durante media hora para luego retomar aquella tarea tediosa que nos da tanta pereza empezar. Permitamos que nuestro “yo” del futuro agradezca el autocuidado responsable que le estamos brindando. No solo por quitarle una tarea estresante, sino por brindarle también espacios de descanso, necesarios, merecidos, y cargados de mucho amor y cariño propio.
Cuidarnos implica tratarnos con el mayor cariño que nos sea posible para facilitarnos este paso por el mundo al que llamamos existencia. Una existencia en medio de un contexto cada vez más incierto, donde protegernos (también por dentro) resulta imprescindible.
Autora
Paola Cerviño Kaptur
Psicóloga en Nara psicología