El próximo domingo 24 de enero se celebra el Día Internacional de la Educación. En Nara Psicología queremos aprovechar para dedicar algunas líneas a reflexionar sobre este tema.
Con frecuencia, cuando acompañamos personas, en algún momento del proceso terapéutico aparecen frases como «ay, si esto me lo hubieran enseñado en el colegio» o «de haberlo sabido hace años me habría ahorrado mucho sufrimiento». Por este motivo, nos gustaría plantear algunos de los grandes olvidados en los procesos educativos.
En primer lugar, la educación emocional. En algunos casos (no en todos, cada vez van apareciendo más alternativas educacionales que tratan de integrar estos temas en el proceso formativo de las personas) las emociones son las grandes olvidadas. Cabría preguntarse cómo algo que está tan presente y tiene un peso tan importante en nuestro día a día se silencia o recibe tan poca atención en las aulas.
A veces, sucede que nos encontramos con personas que saben muchísimo de historia, de matemáticas, que hablan estupendamente, que son capaces de redactar artículos o trabajos impresionantes y, que sin embargo, a nivel emocional tienen muchas dificultades para identificar sus propias sensaciones y emociones.
En este sentido, lo que ocurre es que se polariza el aprendizaje hacia un extremo en el que sólo tiene cabida un tipo de saberes en detrimento de otros. Así, podemos encontrarnos con adolescentes capaces de resolver un polinomio o una raíz cuadrada con bastante agilidad, que sin embargo no son capaces de identificar qué emoción están sintiendo ante una situación determinada.
Como muchas hemos descubierto al cabo de los años, puede ser interesante saber resolver una ecuación en un momento dado (y conste que no le quito valor porque me parece que conlleva un proceso mental de razonamiento importante y válido, que también es necesario) pero sin embargo, en nuestro día a día, es un saber que, en principio, no nos va a resultar tan útil como poder nombrar qué emoción estoy sintiendo cuando tú te relacionas conmigo o tratar de adivinar cómo te sientes tú cuando yo te propongo tal cosa.
En esta línea, además de saber reconocer, nombrar e interpretar estados emocionales, otra cuestión que nos va a acompañar a lo largo de nuestras vidas va a ser cómo podemos relacionarnos con ellas. Es decir, una vez que yo ya sé lo que siento, ¿cómo lo manejo?.
Hay muchas maneras de manejar una emoción y para cada persona pueden ser más útiles unas u otras. Pero es importante que tengamos un repertorio de recursos a mano para que cuando aparezcan y sean intensas, no nos sintamos desbordadas/os.
Habrá personas a las que les venga bien pintarlo, otras hablarlo con una persona de confianza, otras sacarlo a través del ejercicio físico y un sin fin de maneras más, que pueden ir creciendo a medida que las vamos compartiendo con otras. Pero para ello necesitamos generar los espacios donde poder hablar de estos temas y poner nuestros recursos en común. En este sentido quizás sería interesante también, puntualmente, poder subvertir la jerarquía profesor/a – alumna/o y poder generar espacios donde las/os propios/as alumnas/os puedan compartir estrategias, dudas y generar aprendizajes de un modo más horizontal.
Continuando con esta reflexión, otro tema que nos parece interesante incorporar en los procesos educativos es la resolución de conflictos. En las sesiones, también es frecuente escuchar hablar del «miedo al conflicto» o de «hacer cosas sólo por evitar discutir o que las personas con las que nos relacionamos se enfaden». Como parece ser que los conflictos son inherentes al hecho de ser humanas/os (pues tienen que ver con la diversidad de opiniones, necesidades, tiempos, etc.) sería de gran ayuda que nos preparasen para ellos desde nuestra infancia, cuando van apareciendo los primeros conflictos y estos (en principio) son más pequeños (por aquello de ir ensayando con lo fácil).
Por último, no queremos dejar de señalar también la necesidad de incorporar reflexiones en torno a cómo construir modelos de relaciones más sanas y más satisfactorias, donde podamos crecer y nutrirnos mutuamente en lugar de generar más sufrimiento. En este sentido, seguir potenciando valores cooperativos en lugar de competitivos es fundamental para el desarrollo de una sociedad más inclusiva e integrada.
Estas son sólo algunas de las sugerencias que os planteamos, pero estamos seguras de que a cada una de vosotras se os vendrá a la cabeza alguna más.
Para tí…¿qué habría sido importante que te enseñaran en la escuela? ¿Has echado de menos aprender sobre algún tema concreto?
Autora
Elena Taranco Pérez
Psicóloga en Nara Psicología