Vivimos en un mundo marcado por las prisas, la actividad frenética, más centradas en el hacer (esa lista de tareas que nunca termina), que en el ser, que en el estar. No es raro que ante esta forma de vida nos sintamos estresadas. El estrés es una reacción natural del cuerpo ante una demanda, ante situaciones que se perciben como desafiantes o como amenaza. Esta reacción activa un mecanismo que nos prepara para la lucha o para la huida. En este sentido, el estrés es una respuesta útil ya que nos avisa y a ayuda a evitar el peligro, pero cuando es continuado pueda dañar nuestra salud física y mental.
Cuando estamos estresadas nuestro cuerpo libera hormonas que provocan que los músculos se tensen y aumente el ritmo cardíaco. Es la manera que tiene nuestro cuerpo para protegerse y para dar una mejor respuesta a la situación estresante. Cuando esto ocurre y desaparece rápidamente hablamos de estrés agudo. Por ejemplo, al enfrentarnos a algo nuevo y emocionante. El problema puede aparecer cuando todos estos síntomas se prolongan en el tiempo, semanas o meses. Es como si nuestro cuerpo se mantuviera alerta, aunque ya no hubiera peligro. Las consecuencias pueden ser graves: hipertensión, insuficiencia cardíaca, diabetes, depresión o ansiedad, insomnio…
Igual que los síntomas físicos y emocionales son variados, de hecho, a veces no los relacionamos con el estrés: dolores frecuentes, falta de energía, rigidez en el cuello y la mandíbula, cansancio, dormir demasiado o dormir muy poco, pérdida o aumento de peso…También sus causas son diferentes para cada persona. Como señalábamos, podemos sentir estrés a causa de buenas o malas situaciones que vivamos como desafíos.
Algunas clasificaciones hablan de factores personales y factores externos y, aunque esta diferenciación pueda ser útil en la teoría, en la práctica resulta forzada. Las personas no nos podemos explicar sin el entorno en el que estamos, que de alguna manera nos conforma. Y cómo vivamos las situaciones externas está absolutamente mediado por nuestras características personales.
Quizás merece una mención especial el denominado estrés laboral. Este es una forma específica de estrés que aparece en el entorno del trabajo. La Organización Mundial de la Salud señala que el 30 por ciento de las bajas laborales en Europa están relacionadas con el estrés en el trabajo. La presión por cumplir objetivos, la falta de control sobre las tareas, los posibles conflictos interpersonales y un entorno hostil pueden tener un impacto negativo en la motivación y en la productividad, así como provocar la aparición de síntomas físicos.
Ante este panorama no parece que ignorar el estrés sea una buena idea ya que nos está avisando de muchas cosas. Si sientes que algunas de estas sensaciones y síntomas te acompañan desde hace tiempo o tienes miedos que no puedes controlar, te sientes incapaz en el trabajo, tienes sensaciones de pánico…quizás sea el momento de pedir apoyo profesional, desde Nara Psicología estaremos encantadas de escucharte.
Carmen Cabrillo García
Psicoterapeuta en Nara Psicología