Durante los últimos años la atención hacia la salud mental ha aumentado gradualmente y con ella la visibilización de los problemas de salud mental en nuestra sociedad. ¿Pero todas las personas enfermamos igual en el plano emocional? La respuesta es clara, NO. Los estudios nos dicen que, hombres y mujeres tendemos a enfermar de manera diferente y desigual. El género, por lo tanto, adquiere gran relevancia a la hora de entender nuestra salud mental.
Por una parte, si consideramos también el sexo de la persona, a nivel biológico existen diferencias genéticas y fisiológicas que pueden influir a que los riesgos de enfermar sean diferentes. Sin embargo, la socialización diferencial por género, al igual que las construcciones sociales sobre la masculinidad y feminidad, experimentadas por hombres y mujeres parecen tener también un impacto diferente en nuestras trayectorias vitales y en nuestra salud mental.
En términos generales los malestares emocionales de las mujeres están más relacionados con la ansiedad, la depresión y la conducta alimentaria; mientras que en los hombres suelen centrarse más en el consumo de sustancias, la impulsividad y la agresividad. ¿De dónde surgen estas diferencias?
Se han estudiado las diferencias genéticas y hormonales, sin embargo, estas parecen no ser suficientes para explicar la desigualdad en salud mental entre géneros; y aquí es donde toma relevancia la parte social: los mandatos y expectativas sociales puestas en hombres y mujeres.
La socialización masculina enseña a los hombres a mostrarse fuertes, líderes, autónomos…, legitima la expresividad violenta o agresiva y les aleja de emociones como el miedo, el dolor o la tristeza que les convierten en “vulnerables”. Esto suele reflejarse en hombres que asumen roles que tienen más que ver con proveer y suplir las necesidades básicas, y que encuentran más dificultades en el terreno emocional.
La socialización femenina por su parte, destaca en las mujeres rasgos como el cuidado, el afecto, la belleza y una expresividad más pasiva que tiene que ver con “ser buena” y “hacer que los demás se encuentren bien”. Esto suele reflejarse en la asunción de mucha carga emocional y en roles de cuidado sobre las personas y cosas de su entorno, colocándose ellas mismas fuera del foco de cuidado.
Pero, ¿Dónde se pueden ver las desigualdades de género en salud mental en las trayectorias vitales de las personas? Veamos algunos ejemplos.
En el mercado laboral a los hombres se les suelen suponer buenas habilidades de liderazgo, autonomía y racionalidad que suelen ir ligados a puestos de poder, y parecen verse más afectados a nivel emocional por el desempleo o los bajos ingresos. Esto tiene sentido con el rol que han desempeñado tradicionalmente a nivel social, el de proveedor, ya que con la pérdida del empleo o el bajo salario este rol se pone en riesgo. Por su parte las mujeres han ido aumentando su presencia en el mundo laboral, aunque sus condiciones son distintas a las de sus compañeros. Muchas siguen compaginando el trabajo no remunerado en el hogar (tareas de cuidado) con el remunerado lo que implica una limitación en su economía. Además, esto contribuye al fenómeno del suelo pegajoso, ya que las responsabilidades ajenas al trabajo y generalmente ligadas a la familia, les dificultan su desarrollo profesional. También suelen encontrar dificultades para ascender o adquirir puestos de mayor responsabilidad, digamos que se encuentran con el conocido como techo de cristal. Y todo esto, influye de manera diferente en la salud mental de hombres y mujeres.
¿Y cómo se ve en el ámbito privado, es decir, en el trabajo doméstico y de los cuidados? De manera natural se asume que las mujeres deben ser las que desempeñen este papel. Esto supone que, al compaginarlo con el trabajo remunerado pueda haber un aumento de las cargas físicas y mentales que contribuye al malestar emocional. Esta situación de sobrecarga puede llevar a la renuncia de parte del trabajo doméstico que suele ir acompañado de la crítica por no poder hacerse cargo de lo que se presupone es su responsabilidad, lo cual puede contribuir también a un aumento de su malestar emocional. Sin embargo, en los hombres estas responsabilidades solo parecen contribuir a su malestar emocional si trabajan a jornada completa y hay una repartición igualitaria de las tareas.
¿Y en cuanto a la expresividad? Los hombres tenderán a tener más dificultades a la hora de manejar su frustración o expresar sus emociones y pueden conectar de manera más fácil con la agresividad. Sin embargo, las mujeres tenderán más a conectar con la culpa por no cumplir por ejemplo con las imposiciones de belleza o “buen comportamiento”.
Estos son solo algunos ejemplos de cómo la construcción de las identidades masculinas y femeninas y las asunciones derivadas de estas colocan a hombres y mujeres en posiciones desiguales a nivel social y pueden contribuir a generar malestares diferentes en la salud mental por géneros.
Desde Nara somos conscientes del impacto que tiene el contexto social, económico y cultural en las personas, y en este caso cómo el género puede influir de manera diferente a nuestra salud mental. Por ello, para nosotras es importante acompañarte en tu proceso desde una mirada global que introduzca la perspectiva de género para poder entender de manera más completa tu malestar y acompañarte en la búsqueda del bienestar emocional.
Si estás experimentando algún tipo de malestar emocional y te gustaría trabajarlo desde una mirada social de la salud, en Nara estaremos encantadas de acompañarte en tu proceso.
Virginia Mayor Ortega
Psicoterapeuta en Nara Psicología