Como psicoterapeuta sistémica, a menudo surge una pregunta inquietante: ¿Somos egoístas por naturaleza? En un mundo donde la cooperación y el individualismo parecen estar en constante tensión, decidí investigar esta cuestión. Realicé una encuesta entre mis consultantes y en mi entorno, preguntando si consideraban que las personas son muy egoístas, bastante egoístas, un poco egoístas o nada egoístas.
Resultados de la encuesta
Sorprendentemente, más del 80% de las personas opinaba que la mayoría de la gente es «bastante» o «muy» egoísta. Este resultado me dejó perpleja. ¿Cómo es posible construir una sociedad basada en la cooperación si creemos que todo el mundo actúa solo por interés propio?
El experimento del ultimátum: midiéndonos
Para explorar si esta percepción estaba fundamentada, recurrí al Juego del Ultimátum, un experimento clásico del premio Nobel Daniel Kahneman. El experimento es sencillo: imagina que encuentras 1000 € en la calle al mismo tiempo que otra persona. Quien lo coge primero debe hacer una oferta de cómo repartir el dinero. Si la otra persona acepta la oferta, el dinero se reparte como propusiste. Si la rechaza, ambas personas se quedan sin nada. No hay segunda oportunidad.
La pregunta clave es: ¿cuánto ofrecerías a la otra persona? Sabes que podrías ofrecer cualquier cantidad, incluso 1 €, y probablemente lo aceptaría porque es mejor que quedarse sin nada. ¿Pero qué ocurre en la práctica?
Resultados del experimento
Al replicar este ejercicio con varias personas, los resultados fueron sorprendentes. Aunque no era necesario repartir la mitad, la mayoría optó por ofrecer cifras cercanas al 50%. La oferta promedio fue de 428 €, lo que demuestra que, en general, las personas tienden a comportarse de forma justa, incluso cuando podrían actuar de manera más egoísta.
Un dato interesante es que, incluso cuando las personas sabían que la otra parte aceptaría cualquier cantidad, el comportamiento apenas cambió. Un 60% continuó ofreciendo lo mismo, sin aprovecharse de la situación. Esto demuestra que, aunque podrían haber actuado con más egoísmo, muchas personas prefirieron mantenerse alineadas con lo que consideran justo.
Rompiendo el mito del egoísmo generalizado
El experimento también reveló que las personas que creen que los demás son egoístas tienden a actuar de manera más egoísta. Esto crea una profecía autocumplida: cuanto más pensamos que el otro actuará con egoísmo, más nos justificamos para hacerlo también. Sin embargo, los resultados del experimento indican que la mayoría de las personas no son tan egoístas como pensamos.
La biología y la cooperación humana
Parte de esta creencia del egoísmo tiene su origen en la biología evolutiva. Desde Darwin, hemos asociado la evolución con la competencia: «la supervivencia del más apto». Sin embargo, la cooperación es un pilar fundamental en la evolución humana. Estudios recientes muestran que los seres humanos somos criaturas profundamente sociales y cooperativas, desde una edad muy temprana.
Un estudio interesante comparó el comportamiento de bebés humanos de dos años con chimpancés y orangutanes de la misma edad. Mientras que el rendimiento físico fue similar, las habilidades sociales de los bebés humanos, como interpretar las intenciones del otro, fueron muy superiores. Además, aspectos de nuestra biología, como el blanco visible alrededor de los ojos, parecen estar diseñados para facilitar la cooperación, permitiendo que veamos claramente hacia dónde mira la otra persona.
La influencia de la economía en nuestra percepción del egoísmo
Otra fuente de esta percepción de egoísmo generalizado proviene de la economía clásica. Desde Adam Smith, se ha fomentado la idea de que la competencia es el motor del progreso. Sin embargo, este enfoque ha creado una narrativa que refuerza el egoísmo como algo natural y necesario para el funcionamiento del sistema económico.
En mi trabajo, he observado cómo esta visión del mundo ha permeado nuestras creencias y comportamientos cotidianos. Nos han enseñado que ser egoísta es «lo correcto» en el ámbito económico, pero esta idea dista mucho de lo que realmente somos como seres humanos.
¿Cómo construir una sociedad más cooperativa?
Para construir una sociedad más colaborativa, es crucial que rompamos con la idea de que todas las personas son egoístas. Si partimos de esta premisa, estamos condenados a actuar de la misma manera. Sin embargo, los resultados del experimento, y mi experiencia como psicoterapeuta, demuestran que somos mucho más cooperativos de lo que creemos.
Los resultados de este experimento me han hecho reflexionar sobre cómo podemos fomentar una mayor cooperación en nuestra vida cotidiana. La clave está en desafiar nuestras creencias limitantes y recordar que, como seres humanos, estamos diseñados para trabajar en equipo y construir metas comunes, no para competir de forma aislada.
Conclusión
Al explorar esta cuestión a través de encuestas y experimentos, quedó claro que el egoísmo no es tan predominante como creemos. En realidad, somos una especie profundamente cooperativa, diseñada para trabajar en conjunto. Si logramos cambiar la narrativa de que «todas las personas son egoístas», podremos avanzar hacia una sociedad más justa, donde la colaboración y el apoyo mutuo sean los cimientos de nuestro bienestar común.