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TERAPIA EN TIEMPOS HIPERMODERNOS

Vivimos en tiempos hipermodernos. Vivimos a un ritmo acelerado, sufrimos a un ritmo acelerado y buscamos quitarnos del sufrimiento incluso antes de sentirlo. ¿Cómo esta lógica acelerada afecta a la terapia? ¿Cómo afrontar un proceso terapéutico en tiempos hipermodernos? ¿A qué se parece un proceso terapéutico?

Procesar el dolor es un trabajo largo y difícil. Primero tenemos que pasar por permitirnos sentirlo, darle lugar, no escaparnos de él ni taparlo con otras cosas. Sin embargo, vivimos en un contexto donde las narrativas dominantes son de felicidad (happycracia), de señalamiento del dolor (‘’personas tóxicas’’) y de culto al placer. Sumado, además, con una sociedad de consumo diseñada para satisfacer inmediatamente nuestras necesidades. No solo no conectamos con el dolor, sino que nos escapamos de él, a través de una amplia gama de opciones: compras, comida, netflix, drogas, fiesta, sexo, apuestas, relaciones, videojuegos, trabajo compulsivo, etc.

Sin embargo, no podemos vivir eternamente huyendo de nosotros/as mismos/as, al menos, sin que nos pase factura. El cuerpo cada vez nos hablará más y más fuerte. El vacío cada vez será mayor, y las cosas que antes conseguían taparlo, ahora ni siquiera nos hacen felices. Anestesiarnos del dolor, paradójicamente, nos hace disfrutar menos, sentirnos cada vez menos vivos. Estaremos en el punto donde tendremos que parar, escucharnos y ver qué necesitamos. Y es ahí, donde entra el proceso terapéutico.

Estos días, donde a raíz de la pandemia parece que la salud mental está empezando a normalizarse, surgen muchos mitos acerca de qué es y qué no es la terapia. Y estas fantasías de inmediatez, se cuelan en el imaginario de los/as pacientes produciendo una ruptura de expectativas acerca de la terapia, un enfado hacia los/as terapeutas y un desengaño hacia la psicoterapia en general.

Entonces, fuera de este ideal romantizado ¿A qué se parece realmente un proceso terapéutico? ¿Qué me puedo encontrar entre esas cuatro paredes?

El proceso terapéutico, es un lugar donde poder dar espacio a todas esas emociones que escondemos, que tapamos con otras, o que ya no somos capaces de sentir. Es un espacio donde poder abrirnos a otra persona, en una relación de no juicio, pero honesta. Un lugar donde deconstruir narrativas dominantes de qué es la felicidad, qué es el éxito, qué es una relación/cuerpo ideal, etc y construir o descubrir qué es la felicidad para nosotros/as, qué es el éxito para nosotros/as, cómo es una relación buena para mí con otros/as y con mi cuerpo. Un espacio donde trabajar nuestra historia. Pasar por ella una y otra vez, cada vez con más solidez para acompañarla. Será también, un proceso donde reconocernos, con las partes que nos gustan y también las que no nos gustan, aprendiendo a entenderlas y ver que necesitan, ya que configuran quienes somos. Un lugar donde entender cómo nos relacionamos, desde dónde lo hacemos y para qué lo hacemos. Un lugar donde hacernos mejores preguntas, para encontrar soluciones no transitadas.

No será, sin embargo, un dispensador de técnicas mágicas y universales, que una vez se aplican harán que desaparezcan nuestros problemas, sino más un proceso de descubrir nuestras propias técnicas y herramientas, un proceso donde cuestionarnos las estrategias que hemos usado anteriormente y decidir cuáles queremos aprender a utilizar. No será un camino de rosas. No siempre saldremos/as contentos de las sesiones. No saldremos siendo super hombres, super mujeres o super personas.  En definitiva, no saldremos siendo algo que no somos. Tampoco sigue una trayectoria exponencial, sino más un subir y bajar constante, un continuo avance-retroceso-avance, pero esta vez, cada vez que caigamos, tendremos más herramientas para sobrellevarlo. No será el lugar que acabe definitivamente con todo el dolor.

El dolor y el sufrimiento forman parte de la vida. Transitar por la existencia sin dolor es un mandato hipermoderno absurdo, y sostener esta creencia solo lleva a más sufrimiento. La terapia no nos librará del sufrimiento, pero nos enseñará a hacernos cargo de él, a aprender a transitarlo mejor y acompañarnos mejor a nosotros mismos cuando tengamos que enfrentarlo. Por eso, merece la pena atreverse. Atreverse a transitar el dolor.

María Albor Gómez

Psicoterapeuta. Psicóloga en prácticas en Nara Psicología.

 

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